El Gran Dinosaurio y el Niño. Hace mucho tiempo, en una pequeña villa rodeada por montañas, vivía un niño llamado Pedro. Pedro era un pequeño curioso que siempre buscaba aventuras y desafíos.
Una tarde, mientras exploraba las montañas cercanas, Pedro se topó con un gran huevo. Al principio, el niño no sabía qué era, pero al acercarse, notó que el huevo temblaba y se movía.
Sin pensarlo dos veces, Pedro decidió tomar el huevo, llevarlo a su casa y cuidarlo hasta que pudiera ver qué criatura saldría de él. Durante semanas, Pedro cuidó del huevo, manteniéndolo caliente y protegido de cualquier daño.
Un día, mientras Pedro estaba en la escuela, escuchó correr los rumores de que en la montaña vivía un gran dinosaurio. Pedro estaba dispuesto a descubrir la verdad, así que decidió ir a la montaña a investigar.
Cuando llegó a la montaña, Pedro notó un gran rugido y, de repente, un inmenso dinosaurio apareció en el horizonte. Pedro se sorprendió por el tamaño del animal y tuvo miedo, pero su curiosidad lo impulsó a acercarse.
El dinosaurio se acercó a Pedro y, para su sorpresa, comenzó a lamer su rostro. Pedro no podía creer que un dinosaurio tan grande y peligroso lo estuviera tratando con tanto cariño.
Desde ese día, el gran dinosaurio y Pedro se convirtieron en los mejores amigos. El dinosaurio lo acompañaba a la escuela, lo protegía de peligros y le enseñaba cosas nuevas.
Un día, mientras estaban en la casa de Pedro, el huevo comenzó a temblar y a moverse de nuevo. Pedro y el dinosaurio estaban emocionados, sabían que finalmente iban a descubrir qué criatura había estado adentro todo este tiempo.
Cuando finalmente nació la criatura, Pedro y el dinosaurio quedaron asombrados. Resultó ser una pequeña hada, tan hermosa y luminosa que deslumbraba. La hada les agradeció a Pedro y al dinosaurio por cuidarla y cuidar de su huevo mientras se estaba formando, y les hizo una promesa.
«Dame un deseo a cambio de mi agradecimiento», dijo la dulce hada.
Pedro y el dinosaurio se quedaron pensando por un momento, pero finalmente decidieron lo que querían: el dinosaurio quería ser un dinosaurio pequeño, para poder jugar más fácilmente con su amigo, y Pedro quería tener una Casa Mágica en la que pudieran vivir los tres juntos.
La hada concedió los deseos, y de repente el dinosaurio se convirtió en un dinosaurio del tamaño de un gato, lo que hizo que Pedro se riera a carcajadas. Y cuando Pedro y el dinosaurio quisieron regresar a casa, una hermosa casa mágica apareció en su camino.
Y así, Pedro, el dinosaurio y la hada se establecieron en su nueva casa, donde pasaron los días más felices de su vida. La hada continuó visitándolos regularmente, haciendo que la Casa Mágica creciera y los tres pudieran disfrutar juntos de cada día. Juntos, Pedro, el dinosaurio y la hada descubrieron el verdadero significado de la amistad y la felicidad.
Desde entonces, el Gran Dinosaurio y el Niño reciben a todos los visitantes que llegan a su hogar. Transmiten todo lo que aprendieron juntos, de que las emociones y los encuentros valen más que el tamaño, y que cuidarnos entre todos lo hace mucho más especial.
FIN.