El Hada del Invierno. Érase una vez en un bosque de pinos y abetos, donde la nieve cubría todo a su alrededor, vivía un hada peculiar llamada Invierno. Tenía la habilidad de controlar las temperaturas, y sus poderes le permitían generar nieve y hielo a su antojo.
Invierno era la guardiana del bosque y se encargaba de que todo estuviera en perfecto estado durante su estación. Todo el mundo la respetaba y la temía, pues era conocida por ser implacable y exigente. Sin embargo, lo que mucha gente no sabía es que detrás de esa armadura de hielo se escondía un corazón cálido y generoso.
Un día, mientras patrullaba el bosque, vio a lo lejos a una pequeña ardilla intentando escalar un árbol que se había congelado con el frío. La ardilla no lograba subir y parecía desanimada. Invierno decidió acercarse a ella y le preguntó qué le sucedía.
«Quiero recolectar bellotas para guardarlas durante el invierno, pero este árbol está muy resbaladizo», le explicó la ardilla.
Invierno, sin dudarlo, respiró hondo y sopló su aliento helado sobre el árbol. Al instante, el árbol se descongeló y la ardilla pudo subir con facilidad. La pequeña ardilla estaba muy agradecida y empezó a saltar y brincar alrededor de Invierno.
A partir de ese día, Invierno se hizo amiga de la ardilla y siempre se aseguraba de que tuviera suficiente comida almacenada para el invierno. Poco a poco, la noticia de la amabilidad de Invierno comenzó a extenderse por todo el bosque. Muchos animales comenzaron a acudir a ella en busca de ayuda.
Una tarde, mientras estaba sentada en su trono de hielo, Invierno escuchó un fuerte ruido en la entrada del bosque. Cuando se acercó para inspeccionar lo que había pasado, encontró a un zorro atrapado bajo una rama caída. Invierno no lo pensó dos veces y liberó al zorro de la trampa.
«¡Gracias, Invierno! Pensé que me quedaría atrapado allí para siempre», agradeció el zorro.
«¡De nada, amigo zorro! Hoy te he salvado yo, pero sabes que tienes que tener más cuidado en el futuro», respondió Invierno con una sonrisa en su rostro.
El zorro se sintió avergonzado de haber caído en una trampa tan evidente. Desde ese día, el zorro se convirtió en el fiel compañero de Invierno y siempre la seguía por todo el bosque.
El invierno avanzaba y la estación estaba a punto de terminar. Invierno se encontraba más triste que nunca, pues sabía que tendría que decir adiós a sus amigos hasta el próximo invierno. Sin embargo, antes de irse, tenía una última tarea que realizar.
Invierno sabía que los animales del bosque disfrutaban de una buena siesta durante la primavera, por lo que decidió crear un gran manto de nieve para que pudieran dormir plácidamente. Con todos sus poderes, creó una gran colina de nieve en el centro del bosque, perfecta para que los animales descansaran.
La última noche del invierno, Invierno se despidió de todos sus amigos y les deseó una buena primavera. Los animales la despidieron con tristeza, prometiendo esperar su llegada el próximo año.
A medida que iba caminando, Invierno se dio cuenta de la importancia de ser amable y generoso con los demás. Había pasado muchas estaciones asustando a todos aquellos que se cruzaban en su camino, pero esta vez había elegido esforzarse por hacer el bien y ayudar a los demás.
Y así, Invierno comprendió la importancia de ser un buen hada, no solo para el bosque, sino también para ella misma. A partir de ese momento, decidió esforzarse por ser amable y ayudar a todos los que necesitaran su ayuda, y así lo hizo en cada temporada que llegaba. Fin.