El Hechizo del Hada Madrina. Érase una vez, en un reino muy lejano, vivía una joven llamada Isadora. Era una chica muy inteligente, amable y valiente, pero a pesar de eso, Isadora era muy tímida y le costaba mucho relacionarse con otras personas. Para empeorar las cosas, Isadora tenía un problema de vista que le impedía leer las cartas que le llegaban de su familia que vivía en el Castillo del Rey.
Un día, el Rey decidió organizar un gran baile en el Castillo y envió una invitación a toda su corte. A Isadora le hacía mucha ilusión ir, pero no tenía ningún vestido bonito para ponerse. Además, no sabía cómo maquillarse, ni peinarse para un gran evento.
Isadora estaba tan triste que se echó a llorar, pero justo entonces llegó un hada madrina, que había estado observándola desde hace tiempo. El hada se presentó a Isadora y le preguntó por qué lloraba, entonces la joven le contó todo. La hada comprendió que lo que Isadora necesitaba era un gran cambio, uno que le permitiera ver las cosas desde un nuevo punto de vista. Entonces, le ofreció su ayuda.
Le lanzó su varita mágica e hizo que Isadora se sintiera como si algo dentro de ella hubiera cambiado. De repente, Isadora se dio cuenta de que podía ver mejor, y todos los colores a su alrededor eran mucho más brillantes. Burna hizo aparecer un hermoso vestido dorado, un par de zapatos de cristal, un hermoso collar de oro y una corona para el cabello de Isadora.
Isadora era una princesa, después de todo.
Pero Burna sabía que Isadora todavía tenía problemas de auto-confianza. Así que le dio un último hechizo que permitía que todas las personas a su alrededor la miraran con admiración y la elogiaran.
Con estos nuevos poderes, Isadora se sintió renovada y valiente. Llegó al baile y sorprendió a todos. Todo el mundo se detenía a hablar con ella, y todos la admiraban y le agradecían por su presencia. Isadora se sentía como una verdadera princesa, y no podía creer lo afortunada que estaba de tener a Burna como su hada madrina.
Fue una noche inolvidable para Isadora, pero cuando llegó a casa, todo había vuelto a la normalidad. Era solo ella, en una habitación oscura, sin zapatos de cristal ni vestido dorado. La pérdida de su nueva apariencia la angustió y regresó a llorar. Burna juró que cumpliría su deseo, pero no sin una consecuencia.
Burna le aclaró a Isadora que el hechizo no duraría para siempre y que tendría que apreciar su belleza interior, y no depender de la opinión de los demás.
Isadora entendió y comenzó a trabajar en su autoconfianza y a amarse a sí misma. Aprendió a valorar su personalidad amable y su valentía, y se dio cuenta de que eso es lo que hacía que fuera realmente hermosa. Y con el tiempo, Isadora comenzó a ver que la gente a su alrededor la admiraba por su valentía y bondad, y no por su apariencia.
Desde ese día, Isadora se convirtió en una persona más segura y fuerte, y todos los que la conocían la apreciaban por lo que era y no por lo que vestía. Al final, Isadora aprendió que lo más importante es la belleza que proviene del interior de cada persona y que no hay hechizo mágico que pueda reemplazar eso.
Burna se convirtió en la madrina de Isadora y acabó siendo su mejor amiga. Juntas, las dos hicieron muchas nuevas aventuras y salvaron el reino varias veces. Prueba de la valentía y la autoconfianza que Isadora demostró esa noche en el baile.
El reino aprendió mucho gracias a las aventuras de Isadora y Burna y finalmente decidió coronarlas como reinas. Todo fue una historia que se contó durante años en el Reino de Isadora, y su figura se convirtió en fuente de inspiración para muchas jóvenes como ella.
Porque si Isadora había aprendido algo, era que una verdadera princesa no tendría que esperar a que alguien la rescatara. Esa noche en el baile, Isadora se había rescatado a sí misma, y eso, al final, era lo más importante.
