El laberinto de las sombras de Halloween. Érase una vez una pequeña ciudad llamada Sombría, que estaba ubicada en lo profundo de un bosque sombrío. La ciudad era famosa por su festival de Halloween, y cada año, los niños y niñas se disfrazaban y recorrían las calles en busca de dulces.
Sin embargo, había un lugar en la ciudad que aterrorizaba a todos: el Laberinto de las Sombras. Se decía que quien se aventuraba en ese lugar nunca volvía a salir. Los padres advertían a sus hijos sobre este lugar peligroso y prohibían a cualquiera que se acercara.
Un día, dos amigos, Tomás y Ana, decidieron desafiar a sus padres y entrar en el laberinto. A pesar de las advertencias, ellos estaban decididos a descubrir el misterioso lugar.
El laberinto estaba oculto detrás de una cerca de hierro negro. Tomás y Ana la saltaron con facilidad y se adentraron en el oscuro camino. La entrada estaba iluminada por velas titilantes, cuyas sombras bailaban junto a ellas.
Mientras caminaban, se tropezaron con un anciano que les dijo que nadie había logrado salir del laberinto vivo. Tomás y Ana temblaron, pero no estaban dispuestos a darse por vencidos. Continuaron su camino, ignorando los gritos del anciano que les advertía del peligro que se avecinaba.
Unos minutos después, el laberinto se hizo más oscuro y silencioso. La niebla comenzó a inundar el camino, y las hojas de las ramas se extendían hacia ellos como manos fantasmales. Tomás y Ana miraron hacia atrás y se dieron cuenta de que habían perdido su camino.
La niebla había hecho que el camino desapareciera, y estaban completamente perdidos. También escucharon un ruido extraño en la distancia, como si algo se acercara. Se agarraron de las manos y comenzaron a correr.
Finalmente, llegaron a lo que parecía ser un callejón sin salida. Estaban atrapados. Pero, de repente, una luz brillante apareció al final del callejón. Corrieron hacia la luz, y finalmente salieron del laberinto.
Se encontraron en un claro rodeado de árboles. La luz brillante provenía de una extraña criatura que se les acercó lentamente. Era un esqueleto, pero parecía amigable. Les preguntó por qué habían entrado en el laberinto y qué buscaban.
Tomás y Ana le contaron que querían descubrir el misterio detrás del laberinto. El esqueleto se rió y dijo que el misterio era simplemente una leyenda. El laberinto había sido construido por un mago hace muchos años, pero nadie lo había utilizado por mucho tiempo. Ahora, era simplemente un lugar abandonado.
La criatura les mostró un camino de regreso a la ciudad, y Tomás y Ana regresaron a casa con la cabeza en alto. Habían superado su miedo al laberinto y habían aprendido que algunas historias de miedo no siempre son ciertas.
A medida que pasaban los años, Tomás y Ana volvían al Laberinto de las Sombras una y otra vez, explorando cada rincón y descubriendo todo lo que podían de aquel oscuro lugar. Nunca más tuvieron miedo de perderse en el laberinto, y se convirtió en su lugar favorito de toda la ciudad.
Finalmente, el Festival de Halloween regresó. Y, como siempre, el Laberinto de las Sombras estaba cerrado y rodeado de brumas. Tomás y Ana se dieron cuenta de que nunca salvarían Halloween sin el laberinto, así que se arriesgaron una vez más y lo abrieron.
Decidieron convertirlo en el lugar más aterrador de toda la ciudad, construyendo monstruos y criaturas terroríficas que se escondían en las esquinas. Los demás niños y niñas de la ciudad se asustaron mucho, pero también se divirtieron.
Finalmente, todos decidieron que el laberinto había sido su lugar favorito de toda la ciudad. Se rieron y disfrutaron de sus trajes de Halloween mientras se perdían en las sombras del laberinto. Y Tomás y Ana se dieron cuenta de que, aunque algún día podrían encontrar cosas terribles en ese lugar, el Laberinto de las Sombras siempre sería su hogar.
