El León Bailarín de Ballet. Érase una vez, en la sabana africana, un león muy especial. No era como los otros leones, que sólo se preocupaban por cazar y descansar bajo la sombra de un árbol. Este león tenía una afición muy inusual para un felino tan grande y fuerte: le encantaba el ballet.
Sí, así como lo oyes. El león pasaba horas y horas practicando sus movimientos, saltando y girando con la elegancia de una bailarina profesional. Pero como es de esperar, la mayoría de los animales de la sabana no entendían su pasión y se burlaban de él. Los ñus, los cebras, los elefantes… todos se reían a carcajadas al ver al león bailarín.
Pero él no se dejaba intimidar por sus críticas y seguía entrenando duro todos los días. Hasta que un día, una pequeña gacela llamada Lola se acercó a él con curiosidad.
– Hola, señor león. He estado observándolo durante un rato y me parece que baila muy bien. ¿Podría enseñarme algunos pasos? – preguntó la gacela con timidez.
El león no podía creer lo que acababa de oír. Nunca antes le habían hablado de esa manera, y mucho menos le habían pedido que les enseñara a bailar. Con una gran sonrisa, le contestó:
– Claro que sí, Lola. ¡Será un honor! Ven, vamos a buscar un lugar donde podamos practicar juntos.
Y así, el león y la gacela pasaron horas moviéndose al ritmo de la música que el león hacía con su voz. Lola se esforzaba al máximo por seguir los pasos del león, quien se sentía muy feliz por haber encontrado a alguien que compartiera su pasión por el ballet.
Poco a poco, otros animales de la sabana empezaron a acercarse para ver las sesiones de baile del león y la gacela. Al principio se reían y se burlaban, pero conforme veían los avances de los dos amigos, empezaron a mostrar respeto y admiración. Incluso algunos se animaron a unirse a ellos para aprender algunos pasos y divertirse juntos.
Una tarde, el león y la gacela habían estado ensayando un nuevo baile durante horas. Estaban cansados pero felices, y decidieron descansar un rato en la orilla del río. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que un enorme cocodrilo estaba acechándolos desde el agua. Sin pensarlo dos veces, el león saltó para enfrentar al peligroso reptil en un combate feroz.
Lola gritaba de terror al ver a su amigo en peligro. Pero el león, con su fuerza y agilidad, logró vencer al cocodrilo y salvar a su amiga.
Cuando todo pasó, Lola se acercó al león y lo abrazó con fuerza, emocionada y agradecida.
– Gracias, amigo mío. Si no hubieras estado aquí, no sé qué habría pasado – dijo Lola con lágrimas en los ojos.
– Lo hice porque te quiero, Lola. Eres mi amiga y no dejaría que nada te pasara – respondió el león con ternura.
Desde ese día, los animales de la sabana trataron al león con respeto y admiración. Ya no se burlaban de su pasión por el ballet, sino que lo alentaban y lo admiraban por ser un guerrero y un artista al mismo tiempo.
El león y su amiga Lola siguieron bailando juntos durante muchos años, llenando de alegría y belleza la vida de todos los que los rodeaban. Y así, el león bailarín de ballet se convirtió en una leyenda en la sabana africana, recordado por siempre como aquel que desafió las expectativas para seguir su verdadero corazón.