El León y la Clase de Velocidad

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El León y la Clase de Velocidad
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El León y la Clase de Velocidad. Érase una vez un león llamado Leopoldo. Leopoldo no era un león común, era diferente a todos los demás leones de la selva. ¿Por qué? Porque Leopoldo era un león bastante lento. Él no podía correr tan rápido como sus amigos de la selva como las cebras, los antílopes y los leopardos. Todos ellos se burlaban de él por su lentitud al correr.

Leopoldo se sentía triste porque no podía competir con sus amigos en la clase de velocidad de la selva. Él siempre llegaba último, lo cual era muy duro para su autoestima. Un día, mientras Leopoldo se quejaba de su lentitud, un grupo de monos le escuchó. Los monos, que siempre eran muy curiosos, preguntaron a Leopoldo sobre su problema.

Leopoldo les contó todo sobre cómo era lento en la clase de velocidad y cómo esto lo hacía sentir muy mal. Los monos, que eran muy sabios y divertidos, supieron cómo ayudar a su amigo. Se reunieron y decidieron organizar una carrera especial para ayudar a Leopoldo a mejorar.

La carrera se llevaría a cabo en el claro de la selva donde todos los animales podrían competir juntos. Los monos fijaron las reglas -cada animal tendría que llevar un peso en su espalda y no podría retirarlo hasta llegar a la meta. El peso que cada animal llevaría dependería de su tamaño, para que todos tuvieran las mismas oportunidades.

Los animales aceptaron el reto y se prepararon para la carrera. A Leopoldo le pusieron un peso en su espalda, lo cual estaba bien para él porque esto no hacía ninguna diferencia, ya que él siempre estaba en el último lugar. Sin embargo, algo extraño comenzó a suceder en la carrera. A medida que los animales avanzaban, el peso en la espalda de Leopoldo se empezó a sentir cada vez menos pesado y el león corrió más rápido. En realidad, Leopoldo llevaba un peso virtual, el de sus miedos e inseguridades.

Leopoldo no podía comprender cómo esto era posible. Los monos se acercaron y le explicaron que el peso que Leopoldo llevaba no era un peso físico, sino los miedos que él había creado para sí mismo. Los miedos que utilizaba como excusa para justificar su lentitud. «Entonces, ¿estoy corriendo sin ese peso?», preguntó Leopoldo. «Exactamente»,respondieron los monos. «Estás finalmente corriendo sin ningún peso extra».

Leopoldo corrió la carrera con una velocidad que nunca antes había experimentado. Se sintió liberado y sin las trabas de ningún miedo. Al final, no fue el último en llegar, todo lo contrario, en el medio de la carrera, superó a varios animales altamente veloces. Los animales lo felicitaron por su gran carrera, incluso los que no eran siempre tan amables, lo felicitaron.

Leopoldo aprendió una gran lección ese día. Se dio cuenta de que nunca tuvo que demostrar nada a nadie, solo ser feliz con quién es. Entendió también que los miedos solo son criaturas imaginarias, como los monstruos debajo de la cama y que si los enfrentas, puedes vencerlos fácilmente.

Leopoldo agradeció a los monos y prometió que nunca más se dejaria vencer por sus propios temores. Ahora es un león muy feliz y siempre compite sin miedo y sin pesadas cargas en su espalda. El resto de la selva lo admira y lo respeta no sólo por su coraje en la carrera, sino por el coraje de enfrentar sus miedos y salir victorioso de ello.

Y así termina la historia de Leopoldo, el valiente león que aprendió que la velocidad no lo es todo en la vida y que los miedos sólo son criaturas imaginarias. Ahora es el león más valiente y más feliz que hay en la selva.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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