El osito que aprendió a compartir

Tiempo de lectura: 4 minutos

El osito que aprendió a compartir
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El osito que aprendió a compartir. Érase una vez, en un hermoso bosque, vivía un pequeño osito llamado Tomás. Él era muy solitario y tímido. Solo jugaba con juguetes que hacía con ramas y hojas.

Un día, mientras caminaba por el bosque, vio a sus amigos animales jugando juntos y divirtiéndose. Ellos compartían sus juguetes y reían a carcajadas. Tomás se quedó un poco triste porque no tenía nadie con quien jugar.

De repente, un pajarito se dirigió a Tomás y le preguntó: “¿Por qué estás tan triste?” A lo que Tomás respondió: “No tengo con quién jugar, todos mis amigos tienen juguetes, pero yo no tengo nada que compartir”.

El pajarito le dijo a Tomás: “Puedes venir a jugar con nosotros. Compartimos nuestros juguetes y nos divertimos juntos”. Tomás sonrió y aceptó.

Durante los días que siguieron, Tomás aprendió a compartir con sus amigos en el bosque. Él se dio cuenta de que cuando compartía, se sentía feliz y realizado. Los animales lo aceptaron en su grupo y lo querían como un amigo.

Un día, mientras jugaban, se encontraron con un pequeño conejito que estaba triste. Les contó que su mamá se había ido de viaje y que él estaba solo en casa sin nadie con quien jugar. Los animales inmediatamente se ofrecieron a llevarlo a jugar con ellos.

Tomás notó que los demás animales compartían sus juguetes con el conejito y se daba cuenta de que él también debería hacer lo mismo. Tomás pensó: “Estar solo es muy triste, y si yo tuviera una situación similar, me gustaría que me invitaran a jugar”.

Así que, sin pensarlo dos veces, Tomás compartió su juguete favorito con el conejito. El conejito se sintió muy feliz y se divirtió muchísimo con todos los animales del bosque. Tomás se dio cuenta de que cuando compartimos nuestra felicidad, todos somos más felices juntos.

Desde ese día, Tomás siempre compartió sus juguetes y se aseguró de invitar a todos los animales solitarios a unirse a ellos en sus juegos. El bosque se convirtió en un lugar lleno de risas y alegría, con animales jugando juntos y compartiendo sus experiencias.

Un día, mientras jugaban cerca de un arroyo, Tomás notó que un pez luchaba para salir del agua y parecía estar en serios problemas. Sin perder tiempo, Tomás se sumergió en el agua fría y rescató al pez.

Cuando el pez recobró el conocimiento, Tomás preguntó si estaba bien. El pez respondió: “Sí, estoy bien. Muchas gracias por salvarme”. Luego, el pez le preguntó a Tomás: “¿Por qué hiciste esto, incluso cuando no sabías que yo estaba en peligro?”.

Tomás, con una sonrisa en su rostro, respondió: “Porque es la cosa correcta que hacer. Y si yo estuviera en peligro, también me gustaría que alguien me ayudara”.

El pez agradecido le preguntó si podía unirse a su grupo de amigos en el bosque, y Tomás lo invitó de inmediato. Juntos, se divirtieron jugando y nadando en el arroyo.

Tomás aprendió que compartir y ser amable no solo hace que el mundo sea un lugar mejor, sino que también puede hacer que seamos héroes. Él se dio cuenta de que todos los animales en el bosque eran amigos y que compartir y ayudar a los demás los hace incluso más cercanos.

Desde entonces, Tomás siempre estuvo dispuesto a compartir sus cosas y ser amable con los demás. A veces, incluso se arriesgaba para ayudar a los animales que lo necesitaban. Y cada vez que lo hacía, su corazón se llenaba de amor y satisfacción.

Por lo tanto, siempre se puede aprender a compartir y ser amable con los demás, incluso si al principio es difícil. Siempre hay alguien esperando por un amigo, y a veces una simple sonrisa o gesto puede hacer que alguien se sienta menos solo. Compartir es un hábito simple que puede cambiar el mundo.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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