El perro y la mariposa. Érase una vez un perro llamado Chispa. Chispa era un perro muy juguetón y divertido. Vivía en una casa grande con su familia humana, y salía a dar paseos por el parque todos los días.
Un día, mientras trotaba por el parque, vio una mariposa aleteando en el aire. La mariposa era pequeña, pero de hermosos colores brillantes. Chispa se detuvo y miró a la mariposa con curiosidad. La mariposa se posó en una flor cercana, y Chispa se acercó para olerla. Pero la mariposa despegó y voló de nuevo en el aire.
Chispa sintió que algo se movía en su corazón, algo extraño y nuevo. Fue como si la mariposa hubiera dejado una huella en él. Después de ese día, Chispa comenzó a notar todas las mariposas que encontraba en su camino. Ya no las perseguía, ni intentaba atraparlas. Las dejaba volar libremente y las miraba con curiosidad.
Un día, mientras caminaba por un camino del parque, vio una mariposa atrapada en una telaraña. La mariposa luchaba por escapar, pero cuanto más se movía, más se enredaba con las hebras de la telaraña. Chispa se acercó con cuidado, y vio que la pobre mariposa estaba herida. Una de sus alas estaba rota, y parecía estar sufriendo mucho.
Chispa sintió que algo se movía en su corazón de nuevo. Pero esta vez, era diferente. Esta vez, sentía que tenía que ayudar a la mariposa de alguna manera. Sabía que no tenía las habilidades para aflojar la telaraña con sus dientes, pero se acercó tranquilamente a la mariposa y comenzó a lamerla con su lengua suave.
La mariposa se calmó un poco y dejó de luchar. Chispa lamía sus alas con cuidado, arrancando con suavidad las hebras de seda. Cuando la mariposa finalmente se liberó, Chispa se alejó de ella, satisfecho. La mariposa voló hacia el cielo, y Chispa la vio desvanecerse en la distancia. Chispa se sintió feliz, y empezó a correr de nuevo en el parque.
Pero desde ese día en adelante, algo había cambiado en Chispa. Ya no corría detrás de las mariposas con la misma intensidad. En su lugar, se quedaba a su lado, mirándolas con curiosidad. A veces, incluso les ladraba un «¡hola!» amistoso.
Un día, mientras caminaba por el parque con su familia humana, vio a un niño corriendo por la hierba. Detrás de él, había un perro más grande, que parecía estar tratando de atraparlo. El perro era agresivo y gruñía muy fuerte. El niño estaba asustado, y trató de correr más rápido.
Pero Chispa no estaba contento con lo que veía. Sabía que el niño no estaba en peligro, pero no era justo que el perro lo persiguiera así. Así que Chispa se acercó lo más cerca que pudo y ladró, tratando de distraer al perro.
El perro se detuvo por un momento, confundido, y permitió que el niño se escape. Después de un rato, el perro se alejó, y Chispa también volvió a su paseo con su familia.
Desde ese día, Chispa supo que su papel era más que simplemente jugar y corretear. Había aprendido el valor de la empatía y se esforzó por ser un buen amigo de todas las criaturas vivientes. Cada vez más, comenzó a entender que todos podíamos hacer una diferencia en el mundo. Incluso los animales más pequeños podían enseñarnos una lección valiosa.
Así, Chispa se convirtió en el perro más amable y empático del parque. Ya no corría detrás de las mariposas o intentaba luchar con otros perros. En su lugar, se tomó el tiempo para interactuar de manera amistosa con todos los demás animales y personas que encontraba en su camino.
Y, por supuesto, cada vez que veía una mariposa aleteando en el aire, recodaba aquella mariposa atrapada en la telaraña en el camino del parque. Y aunque la mariposa ya había desaparecido en el horizonte hace mucho tiempo, su espíritu seguía siendo parte del de Chispa.
La moraleja de esta historia es que cada uno de nosotros puede marcar una gran diferencia en el mundo si somos lo suficientemente valientes como para ser simpáticos y empáticos con los demás. Incluso los actos más pequeños pueden tener un gran impacto. Al igual que Chispa, podemos aprender a valorar y respetar las criaturas vivas que nos rodean, independientemente de cuán diferentes o pequeñas puedan parecer.
Así que, la próxima vez que veas una mariposa aleteando en el aire, piensa en Chispa, y recuerda que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer del mundo un lugar mejor.