El Príncipe en el Castillo de la Pureza. Érase una vez, en un reino mágico, un príncipe llamado Samuel. Este príncipe era muy valiente y amaba a su pueblo con todo su corazón. Un día, mientras paseaba por los bosques del reino, encontró un castillo abandonado en medio de la nada.
Intrigado, decidió investigar. Cuando entró en el castillo, se encontró con una terrible sorpresa: el castillo estaba lleno de espinas y maleza, ¡y no había ni un solo camino claro para caminar! Samuel sabía que esto no era normal y decidió investigar más.
Llegó a la conclusión de que el castillo tenía que estar embrujado por algún tipo de maldición. El príncipe no podía permitir que el castillo siguiera así, por lo que decidió hacer un plan para acabar con la maldición.
El plan de Samuel era simple pero peligroso: tenía que limpiar el castillo y encontrar al dueño de la maldición para que lo ayudara a deshacerla. Sin embargo, esto no sería fácil: tendría que sortear espinas, trampas y todo tipo de obstáculos para lograrlo.
Sin embargo, Samuel estaba dispuesto a correr el peligro. Así que el príncipe regresó al castillo, armado con una espada y un escudo. Luchó contra todo tipo de peligros mientras se abría camino a través del castillo.
Finalmente, llegó a la habitación donde la maldición había comenzado. Allí encontró a una anciana y sabia hechicera. Ella le explicó que había un poderoso mago malvado que había lanzado la maldición sobre el castillo porque estaba celoso de cómo el reino florecía.
La única solución era cortar la flor más hermosa de todo el jardín, lo que destruiría la fuente de poder del mago y desharía la maldición. Samuel agarró su espada y salió corriendo hacia el jardín. Peleó valientemente con un enjambre de abejas que formaba un muro alrededor de la flor más hermosa.
Con determinación y astucia, Samuel logró cortar la flor y traerla de vuelta al castillo. Allí, la anciana hechicera realizó un antiguo ritual mágico que deshizo la maldición. Las espinas desaparecieron y el castillo volvió a ser el magnífico lugar que había sido.
El príncipe Samuel se sintió sumamente orgulloso de sí mismo y de haber salvado el castillo del hechizo.
Pero su lucha no había terminado: ahora tenía que decidir qué hacer con el castillo. Samuel se dio cuenta de que este lugar sería perfecto para las personas más necesitadas del reino: los pobres, los huérfanos y los vagabundos. Entonces, transformó el castillo en un refugio seguro y acogedor para todos aquellos que necesitaban un hogar.
El príncipe Samuel se convirtió en un héroe para su pueblo, no solo por rescatar al castillo, sino también por su generoso gesto de convertirlo en un refugio seguro para los más necesitados. La gente del reino lo amaba y lo veneraba como a un verdadero líder.
Desde aquel día, Samuel cambió para siempre. Se convirtió en un príncipe como nunca antes se había visto en el reino: amoroso, compasivo y humilde. Se dice que todavía vive feliz en el castillo, rodeado de su pueblo, y que sigue siendo una leyenda para generaciones futuras.