El Príncipe en el Reino de los Duendes

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El Príncipe en el Reino de los Duendes
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El Príncipe en el Reino de los Duendes. Érase una vez en el Reino de los Duendes, un Príncipe llamado Tomás que estaba aburrido. Había recorrido todo el Reino en su caballo blanco, había hablado con todos los habitantes, había ayudado a reforestar el bosque y a construir casas nuevas para los duendes más necesitados. Pero aun así, algo lo perturbaba.

Un día, decidió hacer algo diferente. Vistió su traje de cuero marrón y se adentró en el bosque en busca de aventura. Su caballo relinchaba y galopaba, feliz de seguir las órdenes de su noble amo. Pero la alegría de la aventura no duró mucho tiempo.

Cuando estaban en lo más profundo del bosque, la cabalgata fue interrumpida por unos gritos desesperados. Al principio, el Príncipe pensó que era un animal herido, pero al acercarse, vio que era un duende joven que estaba llorando desconsolado. Al ver al Príncipe, se abrazó a él y le contó su historia.

– ¡Mi madre ha enfermado! – dijo el duende en medio de sollozos – ¡Ahora somos muy pobres y no podemos pagar un médico!

Tomás se conmovió con la historia del pequeño duende y decidió ayudarlo. Pidió a su caballo que esperara allí y corrió hacia el pueblo más cercano para buscar un médico. Al rato volvió con un viejo médico, que sabía cómo tratar la enfermedad de la madre del duende.

El médico no tardó en hacer su trabajo y gracias a la ayuda del Príncipe, la madre del duende se recuperó. Pero eso no fue todo, el Príncipe también les regaló unas monedas de oro para que pudieran vivir tranquilos por un tiempo más. El duende lloró de felicidad al ver la bondad que había en el corazón del príncipe Tomás.

De regreso al Castillo del Reino de los Duendes, el Príncipe se dio cuenta que su corazón estaba contento y pleno. Había descubierto una nueva emoción y se sentía mejor que nunca. A partir de ese momento, decidió que todos los días iba a hacer una buena acción sin importar cuál fuera. Al menos una buena acción que hiciera feliz a alguien en el reino.

Poco a poco, el Príncipe Tomás se convirtió en un referente para su Reino. Todos los duendes se asombraban al verlo y sonreían abiertamente al saludarlo en la calle. El pequeño duende al que había ayudado se convirtió en su amigo más cercano. Incluso el anciano más gruñón de todo el Reino empezó a sonreír cada vez que veía al Príncipe paseando por la calle.

Ya no había tristeza en el Reino de los Duendes. Todos se habían contagiado con la felicidad y la bondad que emanaba del Príncipe Tomás. Y es que aunque parecía sencillo, el acto de hacer una buena acción a diario había sido la clave para cambiar radicalmente el corazón del Príncipe y de todo el reino.

La vida en el Reino de los Duendes volvía a brillar como nunca antes. El Príncipe Tomás se había convertido en un héroe, amado y respetado por todos. Y todo esto, gracias a la sencilla decisión de hacer algo bueno por alguien más cada día.

Lo importante, al final del día, es ayudar a los que más necesitan y convertirnos en personas bondadosas. Porque así, como el Príncipe Tomás, podremos ser felices con lo que tenemos y sentirnos completos por haber logrado hacer algo bien por alguien más sin esperar nada a cambio.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Príncipe en el Reino de los Duendes
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