El Príncipe en la Ciudad Perdida

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El Príncipe en la Ciudad Perdida
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El Príncipe en la Ciudad Perdida. Érase una vez un príncipe llamado Roberto, quien vivía en un reino muy lejano. Roberto era un joven valiente y curioso, siempre buscando aventuras y nuevos retos por conquistar. Pero un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con un anciano que le habló de una ciudad perdida, llena de tesoros y maravillas.

El anciano le describió la ciudad con tanto detalle que Roberto, no pudo resistirse a la idea de encontrarla. Así que, decidió partir en una nueva aventura, dejando atrás su reino y a su familia.

Durante semanas, el príncipe caminó sin descanso, atravesando montañas, ríos y bosques muy densos. Cada noche, se detenía y hacía una fogata, mientras contemplaba el cielo estrellado y soñaba con todo lo que encontraría en la ciudad perdida.

Una tarde, después de cruzar un río caudaloso, Roberto se topó con unas ruinas muy antiguas. Parecían los restos de una ciudad olvidada, cubierta por la maleza y el tiempo. Pero el príncipe no perdió la esperanza, siguió su camino y, después de un día más de caminata, finalmente, encontró lo que había estado buscando.

La ciudad perdida era fascinante. Había edificios muy altos, de formas extrañas y con arcos ornamentales. Sus calles eran amplias, hechas de piedra pulida y estaban adornadas con fuentes y jardines llenos de flores y árboles frutales.

El príncipe exploró cada rincón de la ciudad, admirando la belleza del lugar. Entonces, se dio cuenta de que había algo raro en aquella ciudad, no había gente. Roberto no comprendía por qué una ciudad tan hermosa estaría abandonada, sin habitantes ni señales de vida.

Mientras seguía caminando por un callejón descubierto, el príncipe oyó un suave llanto. Se acercó más y encontró a un niño pequeño sentado en el camino, con lágrimas en los ojos.

-¿Qué te pasa, pequeño? -preguntó Roberto.

-He perdido a mis padres -respondió el niño.

El príncipe lo levantó y trató de consolarlo, preguntándole dónde vivía o de dónde venía. Pero el niño no conseguía responder a ninguna de sus preguntas.

De repente, Roberto vio a un grupo de personas que venían corriendo hacia ellos, entre ellas se encontraban dos hombres que llevaban uniformes militares. Estaban muy preocupados. Una de las personas se acercó a Roberto y le preguntó:

-Disculpen mi intromisión, pero ¿no han visto a un pequeño niño por aquí? Se ha perdido y sus padres están angustiados.

-¡Aquí está!, lo encontré llorando justo aquí -respondió el príncipe.

El padre del niño abrazó a su hijo y agradeció a Roberto por haberle encontrado. Después de hacer algunas preguntas, se dieron cuenta de que el príncipe no era de allí, y le propusieron invitarle a conocer la ciudad.

– Con mucho gusto -dijo el príncipe, sintiendo mucha curiosidad por saber más de aquel lugar.

Pero a medida que Roberto hablaba con la gente, se dio cuenta de que la ciudad no estaba abandonada, sino que vivían allí muchas personas que él simplemente no había visto. Resultó que la ciudad era muy grande y que la mayoría de las casas estaban ocultas detrás de los enormes edificios.

Los habitantes del lugar eran muy amables, invitaron al príncipe a tomar el té y le contaron historias fascinantes sobre su ciudad. Les explicaron que el nombre original de la ciudad era «Ciudad de las Flores» y que se fundó hace cientos de años.

Se lo pasó tan bien entre aquellos niños y gente amable que Roberto decidió quedarse unos días más. Aprendió mucho sobre su cultura, sus costumbres y su historia, y también pudo disfrutar de las grandes fiestas que se celebraban cada noche.

Cuando regresó a su reino, Roberto llevó consigo una colección de recuerdos y experiencias inolvidables. Pero lo más importante que se llevó fue la lección de que los verdaderos tesoros no se encuentran sólo en las cosas materiales, sino en las amistades y la diversidad cultural. Y por ese motivo, viajar y conocer gentes y culturas diferentes enriquece nuestra vida de una manera especial.

Desde entonces, Roberto se convirtió en un príncipe más sabio y amistoso, y nunca olvidó el tiempo que pasó en la Ciudad de las Flores. De hecho, se convirtió en un visitante regular, viajando con frecuencia para mantener su amistad con aquellas gentes amables y llenas de sabiduría.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Príncipe en la Ciudad Perdida
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