El Ratón Viajero y la Aventura en la Ciudad. Érase una vez un pequeño ratón llamado Ratón Viajero que vivía en una pequeña cueva cerca de un bosque. Siempre había querido explorar el mundo y ver cosas nuevas, pero nunca había tenido la oportunidad. Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró un mapa que mostraba la ciudad más grande que había visto en su vida. Su corazón latía con emoción y decidió que debía ir allí.
Ratón Viajero no perdió tiempo y comenzó a planificar su viaje a la ciudad. Hizo su mochila con todo lo que necesitaría para su aventura, comida, agua y un pequeño botiquín en caso de emergencia. Además, se aseguró de llevar su mapa para encontrar su camino por entre calles y avenidas. Una vez que todo estuvo listo, partió hacia la ciudad.
Al principio, estaba un poco nervioso, pero después de un rato se emocionó al ver la empinada montaña de edificios y luces. Era como nada que hubiera visto alguna vez, y el pequeño ratón estaba decidido a explorar cada rincón de la ciudad.
Se aventuró en las calles y vio muchos lugares interesantes. Había tiendas, restaurantes, museos, parques y monumentos. Ratón Viajero estaba fascinado con todo lo que veía y no podía esperar a ver aún más. En su camino, se topó con un pájaro comiendo una galleta. Después de presentarse, el pájaro le habló de un lugar mágico llamado museo de los dulces, donde los dulces cobraban vida. Ratón Viajero no podía esperar para ir, por lo que el pájaro lo llevó a la entrada.
Cuando llegaron, Ratón Viajero se quedó boquiabierto. El museo era enorme y estaba lleno de dulces de todo tipo. Había chocolates, caramelos, pasteles y todo tipo de golosinas. Los dulces bailaban y se movían como si fueran animales, y el ratón nunca había visto algo así. De repente, un pequeño pastel de cumpleaños se acercó y le preguntó si quería que lo acompañara a una fiesta. ¡Por supuesto que sí, no podía perderse nada!
La fiesta fue en un hermoso jardín lleno de flores y huevos de Pascua coloridos. Los invitados en la fiesta de cumpleaños eran todos dulces, no había humanos ni animales en compañía del ratón. La música cubana entró por los parlantes sonando dulce y disfrutable. Ratón Viajero se sentía muy feliz en la fiesta, pero después de un rato, comenzó a sentir una extraña sensación en su estómago. Había comido demasiados dulces y estaba comenzando a sentirse mal.
Decidió que era hora de irse, agradeciendo a su nuevo amigo, el pastel de cumpleaños, por la fiesta. Mientras salía del museo, comenzó a sentirse aún peor. Sus amigos animales lo estaban esperando afuera y se dieron cuenta de lo que le pasaba. Decidieron llevarlo a su casa en el bosque, donde lo cuidaron hasta que se sintió mejor.
Aunque la experiencia en la ciudad había sido emocionante, Ratón Viajero aprendió una valiosa lección sobre comer en exceso, y decidió que la próxima vez que visitara el museo de los dulces, comería solamente lo necesario, pero de todas formas, no se arrepentía de haberse embarcado en su aventura. Era una experiencia que nunca olvidaría.
Después de esa aventura, Ratón Viajero continuó viajando y explorando nuevos lugares, pero siempre recordaba su primera aventura en la ciudad, y cómo había aprendido a ser más cuidadoso con su elección de alimentos. Aprendió que incluso las aventuras más emocionantes pueden tener consecuencias, pero que siempre es importante seguir explorando y divirtiéndose. El pequeño ratón regresó a la ciudad muchas veces más, pero nunca olvidó la primera vez que se aventuró en su ciudad.