El Ratoncito y el Secreto de la Casa Vieja. Érase una vez en una aldea pequeña, vivía un ratón que era muy curioso. A él le encantaba explorar todo y aprender nuevos secretos del mundo. Él siempre estaba en búsqueda de aventuras emocionantes y misterios por resolver, por eso, cuando escuchó hablar sobre una casa vieja en el bosque, no pudo resistirse a ir a investigar.
El Ratoncito decidió partir hacia la casa vieja al día siguiente. Antes de partir, hizo un plan de trabajo y armo un equipo de investigación, convocando a sus amigos, el topo y el erizo, quienes se encontraban en la misma situación de curiosidad y excitación.
La caminata fue larga, llena de desafíos y aventuras. Entre los tres amigos se dieron fuerzas para lograrlo. Después de horas, finalmente llegaron a la conocida casa vieja. Todo se veía tan misterioso y oscuro.
A pesar de estar un poco asustados, los amigos empezaron su misión explorando los alrededores de la casa. Descubrieron un camino secreto entre los arbustos que los llevó hasta la puerta principal. La puerta hacía un chirrido fuerte al abrirse. Los amigos tuvieron miedo, pero juntos decidieron seguir adelante, aventurándose a explorar.
La casa estaba llena de polvo y telarañas. Era oscura, olía a humedad, y parecía abandonada desde hacía muchos años. Los amigos, con precaución, comenzaron a explorar las habitaciones de la casa. Encontraron una sala de estar, una biblioteca, una cocina, y un montón de habitaciones cerradas. Parecía que no había nadie viviendo allí y se preguntaban ¿Por qué esta casa estaba abandonada?, ¿Dónde se fueron los dueños?, ¿Habría un tesoro escondido en algún lugar de la casa?.
Finalmente, en una de las habitaciones cerradas, encontraron una caja antigua con polvo y telarañas. Curiosos, abrieron la caja para ver qué se encontraba dentro y descubrieron un pequeño libro. Era un diario que pertenecía a la dueña de la casa. Los amigos supieron de inmediato que habían encontrado algo importante que les ayudaría a responder todas sus preguntas.
El Ratoncito, el topo y el erizo se sentaron juntos en el duro suelo de la habitación para leer el diario. La dueña de la casa, llamada Ester, había escrito en su diario todo lo que había pasado en esa casa desde hace muchos años. Había muchas historias interesantes y explicaban por qué la casa estaba abandonada. El diario también contenía algunos secretos que Ester había guardado muy bien escondidos durante muchos años. Los amigos creyeron que la caja y el diario debían ser muy importantes para ella.
Entre las historias y secretos del diario, descubrieron que Ester había ocultado un tesoro en la casa. Ella había escondido una gran cantidad de oro en alguna parte de la casa. El Ratoncito, el topo y el erizo trabajaron juntos para encontrar ese tesoro valioso. Pasaron horas y horas buscando, pero no encontraban nada. Hasta que finalmente, debajo del piso, encontraron un lugar secreto con una caja llena de oro.
Los amigos se emocionaron mucho al ver la caja de tesoro. No podían creer que después de tanto tiempo, habían encontrado algo tan valioso. Pero luego, recordaron que Ester había guardado el tesoro muy bien escondido porque era valioso para ella. Ellos no tenían derecho de quedarse con él sin intentar primero buscar a los descendientes de Ester.
Después de buscar largas horas en la casa, encontraron una carta que Ester había escrito para sus descendientes, para ser enviada a la casa de la ciudad más cercana. Los amigos decidieron enviar la carta a la ciudad y esperar a que alguien viniera a reclamar el tesoro.
Unos meses después, alguna gente de la ciudad vinieron a la casa vieja a recoger el tesoro. Los amigos del Ratoncito, sintiendo una gran alegría en su corazón, les dieron la caja del tesoro encontrada. La gente de la ciudad estaba muy agradecida y les dieron en recompensa una buena cantidad de oro que compartieron entre los tres amigos.
El Ratoncito, el topo y el erizo sintieron una gran satisfacción al terminar su aventura. Aprendieron que las historias y los secretos de muchas personas permanecen en las casas antiguas y deben ser respetados. Después de esto, regresaron a su hogar acompañados por la satisfacción de la aventura vivida y por haber hecho algo correcto. A partir de ese momento, se dieron cuenta que la curiosidad es buena, pero también es importante saber cuándo parar y respetar la privacidad de otros.
Desde aquel día, nunca más volvieron a la casa vieja, pero siempre recordaban su aventura con gran amor y emoción. Cada vez que salían para explorar, se recordaban que las cosas más preciosas se pueden encontrar a través de la amistad, la valentía, el amor y el respeto.