El regalo de Navidad del abuelo. Érase una vez un abuelo llamado Juan que estaba muy emocionado por la Navidad. Era su época favorita del año, pues le encantaba ver a toda la familia reunida y compartir momentos especiales con sus seres queridos. Pero este año, tenía algo especial en mente para todos ellos. Él quería hacerles un regalo que nunca olvidarían.
El día de Navidad, la familia se reunió en la casa de Juan, como era costumbre. El abuelo estaba sentado en su sillón favorito, observando a todos sus hijos y nietos mientras hablaban y reían juntos. Pero entonces, llegó el momento que él había estado esperando.
«Querida familia», dijo Juan mientras se levantaba de su asiento. «Este año, quise hacer algo muy especial para todos ustedes. Quiero que me sigan».
La familia lo siguió afuera, donde encontraron su viejo camión pickup, lleno de leña. Juan les explicó que quería llevarlos a un terreno en el bosque que había comprado hace muchos años, donde había un pequeño estanque. Él había construido una cabaña allí que no había visto en años, y quería darles una sorpresa especial.
La familia subió con entusiasmo a la camioneta y condujeron hacia el terreno en el bosque. Cuando llegaron, todos se sorprendieron al ver la hermosa cabaña de madera que había construido Juan. Era rústica pero acogedora, y tenía una gran chimenea en el centro.
Juan había planeado una cena especial para ellos, con bistecs y papas asadas. Mientras todos estaban sentados alrededor de la chimenea, Juan les contó historias de su juventud y las celebraciones de Navidad que había disfrutado en el campo cuando era joven. Los niños escuchaban atentamente mientras comían sus platos.
Después de la cena, Juan se aseguró de que la leña estuviera en la chimenea de la cabaña, y luego les pidió a todos que salieran afuera con él.
«¿Quieren hacer algo diferente y divertido?», preguntó.
La familia lo miró con curiosidad, y Juan sacó una gran bolsa de arpillera. La abrió y comenzó a sacar pares de patines de hielo.
«Quiero que vayan al estanque y patinen juntos», dijo mientras entregaba los patines.
Todos se emocionaron y rápidamente se pusieron los patines. Incluso Juan se calzó un par, aunque no había patinado en años. El estanque estaba congelado y era perfecto para patinar.
Uno por uno, se deslizaron por el hielo, riendo y gritando, mientras el abuelo miraba con satisfacción. Todo parecía perfecto y feliz, hasta que uno de los nietos se acercó demasiado un borde y se deslizó hacia el agua helada.
La familia se sobresaltó, pero el abuelo rápidamente saltó al agua con el fin de rescatarlo. Lo llevó rápido en sus braaos a la cabaña más cercana, mientras los demás lo seguían preocupados. Una vez dentro, el abuelo lo acurrucó en una manta caliente y le dio algo caliente para beber. Él se aseguró de que su nieto estuviera bien, antes de tranquilizar a los demás.
«Todos los niños debemos volver a casa, estamos seguros y aun estamos a tiempo de hacerlo juntos», les dijo con un tono amable pero firme.
La familia se tomó unos minutos para despedirse y había un cierto abatimiento en el ambiente. Juan sabía que llevaba parte de la responsabilidad en lo que había pasado y no pudo dormir en días.
Dos días después Juan recibió una llamada de su hija. Ella le dijo que todos estaban bien y que lo lamentaba mucho, pero que no podía ayudarle a cuidar a los nietos mientras los padres trabajaban en los próximos días festivos. Juan, les ofreció su casa y les dijo que él estaría encantado de cuidarlos para que sus padres pudieran descanzar y reponerse durante su trabajos. El abuelo se dedicó mucho más en cuidar y jugar con los niños, en armar las decoraciones navideñas que su hogar fuera el mejor para ellos. Los niños estaban felizmente sacados de la alberca, pues a pesar del frío les había gustado recibir amor y atención.
Desde ese día en adelante, Juan nunca olvidó la importancia de la seguridad y la responsabilidad cuando se trataba de sus seres queridos. Pero también aprendió la importancia del amor y el cariño en los momentos difíciles. La cabaña en el bosque siempre sería un lugar especial para él y una memoria de ese año en el que descubrió las cosas hermosas de la vida. Desde aquel día se dedicó a buscar más lugares que pudieran alegrar los corazones de los que amaba.
El regalo que Juan les dio a su familia fue algo que nunca olvidarían, y la lección que aprendió le duraría toda la vida. La Navidad nunca fue la misma para ellos después de esa experiencia, dieron mas importancia al amor y al cariño que al regalo material. Era un recordatorio de que el mejor regalo siempre es el amor y la compañía de aquellos que te quieren. Y aunque Juan ya no está con nosotros, su espíritu vive en sus nietos y bisnietos, recordando año tras año no solo las enseñanzas de su abuelo, sino su amor por aquellos que le importaban.