El tesoro del fantasma de la mina. Érase una vez en una pequeña ciudad en lo profundo de la montaña, había una mina abandonada. La gente solía contar historias sobre la mina y algunos decían que estaba embrujada por un fantasma. Pero nadie había tenido el valor de adentrarse en la mina para descubrirlo.
Un día, un pequeño grupo de amigos formado por Juanito, Sofía y Pedro, decidieron explorar la mina. Todos estaban emocionados por descubrir qué había dentro de ella y descubrir si verdaderamente había un fantasma. Así que prepararon todo lo necesario para su aventura: llevaron linternas, cuerdas y herramientas para excavar.
Cuando llegaron a la entrada de la mina, los niños se asomaron y vieron una pequeña cueva oscura. «No es tan aterradora», dijo Sofía mientras agarraba su linterna. Con valentía, los tres amigos entraron en la mina y comenzaron a caminar por los oscuros pasillos.
Mientras avanzaban, se dieron cuenta de que la mina era muy grande y que debían elegir un camino. Juanito sugirió que siguieran por la izquierda y Pedro por la derecha. Sin embargo, Sofía dijo que elegirían el camino de en medio, para asegurarse de que nadie se perdiera.
Después de caminar por un rato, vieron algo brillante en la pared. Todos corrieron hacia ella para descubrir que era un frasco lleno de piedras preciosas. Los niños se emocionaron muchísimo al ver la cantidad de joyas valiosas.
«¡Esto es un tesoro!», gritó Pedro. Los niños empezaron a llenar sus mochilas con cuantas piedras pudieron cargar. De repente, escucharon algo extraño que los hizo temblar. «¿Escucharon eso?», preguntó Juanito. Los tres pararon, escuchando atentamente.
De repente, oyeron el ruido de unos pasos acelerados. Sentían que algo se acercaba cada vez más y más. Los niños trataron de escapar, pero les fue difícil, el suelo estaba irregular y era difícil ver. Al correr, Pedro tropezó y se lastimó el tobillo. Voltea la cabeza y vio una tenue luz. Les indicó a sus amigos que lo siguieran hacía allí.
Finalmente llegaron a un espacio amplio en la mina donde había varias cajas de madera y herramientas abandonadas. En el centro del espacio, vieron una pequeña luz brillando. Los niños temblaron ante la idea de que el fantasma había aparecido. Sin embargo, pronto descubrieron que la luz era solo la llama de una vela.
Cuando se acercaron a la vela, se encontraron con un pequeño cofre cerrado, algo que parecía ser un gran hallazgo. Trataron de abrirlo, pero estaba cerrado con llave. Entonces Pedro recordó que, en su mochila, tenía una pequeña pala que podrían utilizar. Él empezó a excavar en la pared detrás del cofre y después de un rato logró hacer un agujero lo suficientemente grande para que la cerradura del cofre pudiera ser alcanzada.
Los niños estaban tan emocionados que no podían creer lo que habían encontrado en el cofre. Había una carta que decía que el tesoro de la mina había sido dejado allí por un anciano hace muchos años. Había sido la riqueza de la ciudad durante mucho tiempo, pero después de que la mina se cerrara, nadie había podido encontrarlo.
Los niños habían encontrado la llave para recuperar el tesoro que había sido dejado en la mina. Como un último desafío, tuvieron que decodificar las pistas en la carta. Esto los llevó de vuelta al túnel original que tomaron al entrar a la mina.
Usando las pistas, los niños finalmente encontraron el cofre de oro y joyas a lo lejos de la base de la pared donde habían encontrado el frasco de gemas. Al ver el cofre, dejaron escapar gritos de emoción y alegría mientras abrían la tapa.
Descubrieron que el cofre contenía joyas, oro y otras gemas raras. Los niños sabían que el tesoro debería ser compartido con toda la comunidad, así que se llevaron el cofre a la ciudad. Después de un poco de investigación, se descubrió que la carta era auténtica y los niños habían descubierto el tesoro que había sido abandonado en la mina durante muchas décadas.
La ciudad entera se emocionó y el gobernador les ofreció a los niños una recompensa enorme. Sin embargo, los niños decidieron compartir el tesoro con la ciudad de manera equitativa. No querían que el dinero causara problemas de codicia y envidia en sus vecinos.
Finalmente, los niños se convirtieron en héroes en la ciudad y nadie volvió a creer que la mina estaba embrujada por un fantasma malvado. A partir de ese momento, la mina volvió a la vida y se convirtió en la mejor mina en la ciudad.
Y así, los tres amigos obtuvieron un gran tesoro, que compartieron con toda la comunidad, gracias a su valentía e ingenio. Todos se unieron para celebrar su éxito, y la mina se convirtió en un lugar próspero una vez más. Nadie olvidó el valiente acto de los niños y siempre recordaron la historia del tesoro del fantasma de la mina con asombro y admiración.