El truco o trato mágico de Halloween. Érase una vez, en un pequeño pueblo del bosque, había una niña llamada Sofía. Sofía era una niña curiosa y aventurera a la que le encantaba disfrutar de Halloween. Este año, estaba muy emocionada porque el pueblo estaba preparando una gran fiesta de Halloween en la plaza del pueblo, ¡y habría un gran concurso de disfraces!
Sofía, como buena amante de Halloween, había estado preparando su disfraz durante semanas. Había sido muy cuidadosa en su elección, quería ser algo especial y diferente, algo que nadie más llevara. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de disfrazarse de maga.
El día del concurso llegó y la plaza del pueblo estaba llena de gente disfrazada. El jurado, formado por los adultos más importantes del pueblo, empezó a pasear por la plaza para evaluar los disfraces. Sofía estaba un poco nerviosa, pero cuando el jurado se acercó a ella, se sintió un poco más tranquila.
– ¡Vaya! Un disfraz de maga. Eso es original -dijo el presidente del jurado.
A Sofía le habían encantado los halagos, pero su atención fue capturada por algo que el presidente del jurado tenía en la mano: un pequeño sombrero de mago.
– Este sombrero es especial -dijo el presidente- Es un sombrero mágico que te permitirá hacer un truco o trato mágico en Halloween.
Sofía no podía creer lo que estaba oyendo. Un sombrero mágico, ¿sería cierto? Pero antes de que pudiera hacer una sola pregunta, el presidente del jurado desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Sofía decidió probárselo, aunque no creía demasiado en esos cuentos de magia. Pero cuando se colocó el sombrero, notó que su cuerpo se llenaba de una energía extraña; de repente, se sintió segura y valiente.
Se armó de valor y dio su primer paso en su viaje mágico. Al instante, se vio transportada a un lugar extraño y peligroso.
– Ten cuidado con las palmeras -dijo una voz grave y profunda.
Sofía se preguntaba quién podía estar hablando en aquel lugar, cuando vio a un hombre vestido de negro en el horizonte.
– ¿Quién eres? -preguntó Sofía, un poco asustada.
– Soy mago y guardián de la entrada a tu próximo destino. Si quieres avanzar, debes superar mis cuatro pruebas.
– Las superaré -dijo Sofía decidida.
La primera prueba consistía en levantar dos ladrillos con las manos, pero eran muy pesados y no conseguía moverlos. Pero gracias al sombrero mágico, Sofía se sintió más fuerte que nunca y los levantó sin problemas.
La segunda prueba fue un laberinto lleno de trampas, pero Sofía utilizó su ingenio y su intuición para salir airosa de él.
La tercera prueba era todavía más difícil. Sofía se encontró frente a una habitación oscura donde toda la luz estaba apagada. Debía encontrar la llave que le permitiría salir, pero en la oscuridad no tenía ni idea de donde empezar a buscar. Pero con la ayuda del sombrero mágico, logró encontrar la llave y salir de la habitación.
Y por fin, la cuarta prueba: una sala llena de espejos. Sofía no sabía por dónde empezar, los espejos creaban laberintos infinitos, era difícil encontrar la salida. Pero gracias a que el sombrero mágico le daba un poco de luz, encontró el camino hacia la salida.
De repente, se encontró en el centro de una feria de Halloween, llena de niños, palomitas y caramelos. Sofía estaba encantada, pero entonces se acordó de la última prueba.
– ¿Cuál es la última prueba? -preguntó a un niño disfrazado de Elmo, que comía palomitas.
– ¡Es fácil! -respondió el niño- Tienes que encontrar la casa con la luz apagada y tocar el timbre. La dueña de la casa te dará el último quid pro quo.
Sofía fue corriendo a buscar la casa con la luz apagada. Allí, tocó el timbre y una mujer mayor, disfrazada de bruja, le dio una bolsa de caramelos y le enseñó a hacer su último truco o trato mágico. Sofía podía hacer un hechizo que convertía las calabazas en reales y ella decidió ser muy generosa con su hechizo, para hacer muchos niños felices.
Después de un día lleno de emoción, Sofía abrazó su sombrero mágico y se dirigió hacia su casa. Era Halloween, la noche más mágica del año, y ella la había vivido de la manera más mágica posible.
Desde aquel día en adelante, cada Halloween, Sofía llevaba su sombrero mágico y lo usaba para hacer truco o trato mágico, para hacer feliz a los niños que la rodeaban. Porque a veces, lo que necesitamos para conseguir nuestra mágica felicidad, es un poquito de ingenio, mucha imaginación y, sobre todo, mucha magia.