El Viaje de Papá Noel al Mundo de las Ilusiones. Érase una vez, en la víspera de Navidad, que Papá Noel se encontraba en su taller de juguetes, muy atareado colocando los últimos detalles a los regalos que habían sido pedidos por los niños del mundo alrededor. Había muñecas, coches, juguetes para armar y peluches de todo tipo, y Papá Noel estaba asegurándose de que cada uno tuviera el toque mágico que siempre ponía en todas sus creaciones.
Pero algo extraño sucedió esa noche en particular. Mientras trabajaba en su taller, un extraño viento comenzó a soplar fuera y una luz brillante inundó el cielo. Papá Noel se asomó por la ventana más cercana, para contemplar cómo una brillante luz dorada se acercaba cada vez más a él en el cielo nocturno. Después de un momento, pudo discernir una figura que emergía de la mágica luz: era un elfo, miembro de su equipo de ayudantes, que corría hacia él tan rápido como sus piernas le permitían.
El elfo le contó a Papá Noel que la Reina de las Ilusiones había enviado una carta especial para él, solicitando su presencia en su mágico reino esa noche. La Reina quería conocerlo en persona y entregarle un regalo que sólo ella podía ofrecer. Papá Noel quedó desconcertado, pues nunca había oído hablar de tal lugar, pero no podía ignorar la extraña invitación.
Muy pronto, Papá Noel entró en su trineo y partió hacia el desconocido reino, acompañado por el elfo, quien había traído un mapa que le indicaba cómo llegar allí. Después de algunas horas volando a través de la oscuridad, llegaron al Mundo de las Ilusiones. Era un lugar mágico, lleno de luces centelleantes y brillantes, colores vivos, sonidos emocionantes y fragancias deliciosas.
Después de aterrizar en el taller de la Reina, Papá Noel se encontró con ella por primera vez, y quedó impresionado por su belleza y encanto. Le dijo que su propósito principal en llamarlo allí era agradecerle por todo el bien que había hecho en el mundo durante tantos años, y para mostrarle su agradecimiento, le ofrecería algo que sólo ella y su poderosa magia podían producir: un frasco de polvo de estrellas.
«Este polvo», explicó la Reina, «tiene un poderoso efecto mágico. Si das sólo un poco del mismo a un juguete u objeto de juguete hecho con amor y dedicación, se transformará en algo aún más especial y maravilloso. El regalo se convertirá en un tesoro verdaderamente mágico, y cada niño que lo reciba lo atesorará por siempre.»
Papá Noel estaba profundamente agradecido por el regalo y prometió usarlo cuidadosamente en cada juguete que saliera de su taller en el futuro. La Reina sonrió diestramente y le agradeció también por su bondad y compasión, y por ayudar a hacer el mundo un lugar mejor para todos los niños.
«Ahora, mi querido amigo», dijo la Reina. «Es hora de que veas el mundo que has ayudado a crear.» En un instante, Papá Noel se encontró en un lugar diferente: un lugar en el que su taller de juguetes era iluminado, infectado de una misteriosa magia y excitante energía. Cada juguete que había hecho parecía brillar y cobrar vida, mientras que las estanterías de tallado de madera se agitaban con vida propia.
Era una vista impresionante y emocionante, y Papá Noel estaba completamente sin palabras mientras miraba atónitamente a su alrededor. Lo que siguió fue algo difícil de describir, ya que muy pronto estaba volando por todo el mundo, observando a los niños y familias pasando tiempo juntos en lugares agradables. En unas pocas horas, Papá Noel vio a niños en todo el mundo que abrían envoltorios, sonriendo mientras sostenían sus nuevos juguetes, y se dio cuenta de que cada uno de ellos estaba lleno de la magia del polvo de estrellas.
Era una noche mágica, llena de amor, esperanza y alegría esos días. Papá Noel voló de regreso a casa, pensando en todo lo que había aprendido y experimentado esa noche. En su casa, en su taller de juguetes, se sentó durante horas, reflexionando sobre todo lo que había hecho, sobre las risas y la felicidad que había entregado por todo el mundo en los días previos.
Cada vez que recordaba la visita del Mundo de las Ilusiones, y la mágica alegría de los regalos que había entregado, Papá Noel podía sentir la magia del polvo de estrellas aún más fuerte. Era una magia que le daba una sensación de amor constante, y se aseguró de que nunca perdiera esa sensación, haciendo que esa noche fuera recordada por siempre.
Así concluyó esta historia: una historia sobre Papá Noel, la reina de las ilusiones y sus juguetes mágicos. Una historia de regalos y amor, de su poder y su propia magia. ¿Pero sabes qué? Esta magia puede estar presente en cada uno de nosotros, y en cada caja de regalos que entregamos a alguien más, especialmente a los niños en Navidad. El verdadero espíritu de la Navidad: la bondad, el amor y un corazón puro, puede esparcirse fácilmente. ¿Por qué no te unes a Papá Noel en su viaje por el mundo, entregando tu propia dosis de amor y magia? ¿Quién sabe? Quizás tú también descubrirás tu propio polvo de estrellas.