El zombi de Halloween. Érase una vez un pequeño pueblo llamado Halloween, donde todos los habitantes esperaban ansiosos la noche más espeluznante del año. Los zombies, fantasmas y monstruos salían de sus tumbas para unirse a la fiesta y asustar a los niños y niñas que recorrían las calles en busca de dulces.
En ese pueblo vivía un zombi muy especial llamado Zorro. A diferencia de los demás, él no disfrutaba asustando a los niños. En su corazón, lo que realmente quería era ser parte de la fiesta y festejar junto a ellos.
Pero cada vez que salía de su casa, los niños corrían despavoridos al verlo. Zorro intentaba explicarles que él era un zombi amistoso y que no les haría daño, pero ninguno se detenía a escucharlo. Y así, Zorro pasaba cada Halloween solo y triste, sin poder disfrutar de la noche que tanto amaba.
Un día, un valiente niño llamado Juan se atrevió a acercarse a Zorro. El zombi no podía creerlo, por fin alguien le daba una oportunidad. Juan le preguntó por qué no disfrutaba asustando a la gente, y Zorro le explicó que eso no era lo suyo, lo que realmente quería era festejar y compartir la alegría de Halloween.
Juan comprendió perfectamente, y propuso que ese año, Zorro se uniera a su grupo de amigos para recorrer el pueblo. Al principio, los niños se mostraron un poco inquietos al ver al zombi con ellos, pero Juan los convenció de que era un amigo confiable y que solo quería divertirse.
Así, el grupo recorrió las calles de Halloween juntos. Zorro se divirtió como nunca antes, cantando y bailando con sus nuevos amigos. Todos los niños y niñas se dieron cuenta de lo simpático y amistoso que era, y algunos incluso se animaron a pedirle dulces.
Zorro estaba tan feliz que no podía dejar de sonreír. Y cuando la noche llegó a su fin, y todos se despidieron para volver a casa, el zombi les agradeció por haberlo incluido en la fiesta. Ya no se sentía solo en Halloween, tenía nuevos amigos que lo aceptaban tal como era.
A partir de esa noche, Zorro se convirtió en un miembro más del grupo de Juan. Cada año, los niños lo buscaban para pasar juntos la noche de Halloween, y Zorro se sentía muy agradecido de haber encontrado en ellos una verdadera amistad.
Y así, el zombi de Halloween ya no era visto como un ser aterrador y peligroso, sino como un amigo confiable y lleno de alegría. Los niños y niñas de Halloween aprendieron que a veces, lo que parece diferente en realidad puede ser igual de divertido y feliz que ellos mismos.
Y así fue cómo Zorro pasó de ser un zombi solitario a ser parte de un grupo de amigos que lo aceptaban y valoraban tal como era. Una historia de Halloween que nos enseña que la amistad y el respeto no tienen límites ni prejuicios.