La bruja y el río encantado. Érase una vez una bruja solitaria que vivía en un pequeño poblado cerca del río encantado. La bruja era conocida por sus habilidades para crear pócimas y pociones mágicas, y aunque muchos temían su presencia, la mayoría la respetaba.
Un día, mientras caminaba por el bosque, la bruja escuchó un canto a lo lejos. Decidió seguir el sonido y pronto llegó al río encantado. Allí, en el centro del río, había una hermosa sirena llorando.
-¿Qué te pasa, mi querida sirena?- preguntó la bruja.
-Soy la guardiana del río encantado- respondió la sirena entre sollozos- Pero un terrible hechizo ha sido lanzado en contra de mí y el río. Si no se rompe pronto, el río morirá y con él, todas las criaturas que dependen de él.
La bruja sabía que no podía ignorar esta triste situación. Ella ofreció su ayuda a la sirena y planeó crear un antídoto lo más rápido posible. Para hacerlo, necesitaba viajar por todo el reino y buscar los ingredientes necesarios.
Durante su viaje, la bruja encontró muchos desafíos, pero también encontró muchos amigos que la ayudaron en su búsqueda. Finalmente, después de semanas de viajar y recolectar, la bruja regresó al río encantado con todo lo que necesitaba para crear el antídoto.
La bruja trabajó incansablemente durante días y noches para crear la poción mágica. Después de mucho esfuerzo, finalmente terminó su trabajo. Con una sonrisa en su rostro, se acercó a la sirena y le entregó la poción.
La sirena rápidamente bebió la poción y se sintió mucho mejor. En agradecimiento, ella dio a la bruja un hermoso collar de conchas que llevaba puesto. La bruja agradeció a la sirena y prometió seguir visitando el río encantado y asegurarse de que estuviera a salvo.
La bruja se sintió muy feliz al saber que sus esfuerzos habían ayudado a salvar el río encantado y a las criaturas que dependían de él. Desde ese día, ella visitó el río de forma regular y disfrutó de la tranquilidad y la belleza que la naturaleza le brindaba.
Poco a poco, la gente del poblado que había temido a la bruja comenzó a aceptarla y pronto llegó a convertirse en una figura respetada. La gente llegó a ella para buscar ayuda y consejos, y la bruja se sintió muy orgullosa de ayudar a su pueblo de esta manera.
Desde entonces, la bruja pasó sus días en paz y felicidad. Sabía que siempre que hubiera alguien que necesitara su ayuda, ella estaría allí para proveerla.
Y así fue como la bruja y el río encantado se convirtieron en leyendas, recordadas y honradas por generaciones futuras.