La bruja y el solsticio de verano

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La bruja y el solsticio de verano
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La bruja y el solsticio de verano. Érase una vez, en una pequeña aldea rodeada por bosques frondosos y praderas verdes, una bruja solitaria que vivía en una cabaña en lo más profundo del bosque. La bruja llevaba muchos años viviendo allí, en la tranquilidad de la naturaleza, y su sabiduría y conocimiento de las plantas y los animales eran legendarios. Pero a pesar de todo, la gente del pueblo la temía y la evitaba como a la peste, sin llegar a conocer sus verdaderas intenciones.

La bruja solía vivir su vida en completo apartamiento, contenta con su pequeña huerta y sus gatos negros, siempre alejada del mundo de las personas. Pero un día, algo llamó su atención. Notó que la naturaleza misma estaba en peligro: los árboles estaban enfermos y marchitos, el clima era inusualmente frío para la temporada y los animales parecían aterrorizados.

La bruja se subió a su escoba de paja y voló hacia el pueblo para investigar qué estaban haciendo los humanos para causar tal desequilibrio. Caminando por las calles, descubrió que los aldeanos estaban preparando una gran fiesta para celebrar el solsticio de verano, pero sus planes no incluían ninguna ofrenda o ceremonia para honrar a la naturaleza o a los elementos que la sostienen. La bruja sabía que algo tenía que hacerse para cambiar esto y llamó la atención de todos los habitantes de la aldea.

La sorpresa y el susto inicial de los aldeanos dieron paso a una profunda curiosidad. La bruja, que llevaba tanto tiempo oculta tras las sombras de la leyenda, estaba en pie frente a ellos, dispuesta a hablar. Cuando habló, su voz era suave y melodiosa, llena de sabiduría y ternura. Les explicó cómo la naturaleza estaba enferma, y cómo su actitud hacia el solsticio de verano estaba agravando la situación.

Los aldeanos la escucharon en silencio, perplejos y confundidos, y finalmente preguntaron qué debían hacer para remediar la situación. La bruja les explicó que la clave estaba en la ceremonia, en recordar la fuerza de la naturaleza y su dependencia de ella, para honrar los solsticios y equinoccios. La ceremonia debía ser una ofrenda a la tierra y sus elementos, y se debía llevar a cabo en todos los solsticios y equinoccios.

Los aldeanos aceptaron su idea, y preguntaron qué debían hacer para llevarla a cabo. La bruja les guió para elegir un lugar sagrado en el que se celebraría la ceremonia, y les sugirió una variedad de flores y hierbas que podían utilizar en la ofrenda. Los aldeanos empezaron a actuar de inmediato, y se pusieron a preparar la ceremonia, cuidando cada detalle y prestando atención a cada una de las recomendaciones de la bruja.

La noche del solsticio de verano, la bruja y los aldeanos se reunieron en el lugar sagrado que habían elegido. El sol había alcanzado su punto más alto en el cielo, y los rayos de sol brillaban sobre ellos. La bruja había hecho un círculo de piedras, donde se colocó la ofrenda en la que habían trabajado los aldeanos. La ceremonia comenzó con un tono de reverencia, y los aldeanos la seguían con atención mientras la bruja recitaba los movimientos de los cuatro elementos: agua, fuego, aire y tierra.

La ofrenda de flores y hierbas se encendió, y las llamas se elevaban hacia el cielo, iluminando sus rostros. La bruja entonces tomó su cáliz y vertió agua en él, bendiciendo la ofrenda y ofreciéndola a la tierra y las criaturas que habitaban en ella. Al terminar la ceremonia, la bruja y los aldeanos se sintieron muy serenos y felices, como si algo hubiera cambiado.

Desde aquel entonces, todos los solsticios y equinoccios posteriores se celebraron en el lugar sagrado, y la ceremonia siempre era seguida con devoción y amor por la naturaleza. Los solsticios y equinoccios se convirtieron en una manifestación de la importancia de la naturaleza y una recordación de su conexión con la misma, y con ello, el equilibrio y la armonía fueron restaurados.

Los árboles, animales y flores volvieron a ser tan prósperos como antes, y la naturaleza se regeneró completamente. Lentamente, la bruja fue aceptada por los aldeanos y ya no más se escondió en su cabaña, alejada del mundo. En cambio, se convirtió en un miembro importante de la comunidad, y comenzó a compartir su conocimiento y sabiduría con otros, ayudando a solucionar los problemas que aquejaban la aldea.

La bruja tuvo su solución, mostrando a aquellos que no sabían lo importante que era la naturaleza y cómo debían honrarla. Ahora los solsticios y equinoccios se celebran con devoción y cuidado, y la bruja se encuentra finalmente en paz en este mundo, sintiendo que su vida valió la pena por haber ayudado a la naturaleza en su momento más difícil.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La bruja y el solsticio de verano
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