La bruja y la lluvia de la fortuna

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La bruja y la lluvia de la fortuna
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La bruja y la lluvia de la fortuna. Érase una vez una pequeña aldea enclavada en lo alto de una montaña rodeada de bosques y ríos. En esta aldea vivía una bruja, que era temida y respetada por todos sus habitantes. La bruja, llamada Luna, vivía en una pequeña cabaña en la entrada del bosque y se dedicaba a la elaboración de pociones, ungüentos y hechizos de ayuda.

Un día, la aldea sufrió una terrible sequía que arrasó con los campos y dejo a los habitantes sin agua y sin alimento. La gente comenzó a desesperarse y a buscar soluciones para la difícil situación. Muchos viajaron hacia los pueblos cercanos en busca de ayuda, otros comenzaron a pedir ayuda a los dioses, haciendo rituales en la cima de la montaña. Pero nada parecía funcionar.

La bruja Luna también había sufrido la sequía, pero ella sabía que su formación y experiencias en la elaboración de pociones no le permitirían quedarse indefensa. Decidió pedir ayuda al enigmático viento, considerado el protector del bosque y pidio abiertamente que lo ayudara a traer lluvia para la aldea, lo cual era el único remedio para la situación.

El viento escuchó la petición de la bruja y respondió con una suave brisa. La bruja, sabiendo que la ayuda del viento era vital para poder sobrellevar la sequía, decidió elaborar una poción que, según sus conocimientos, le permitiría llevar lluvia para la aldea. La poción estaba hecha con las plantas más bellas del bosque, con el agua más pura del río y con unos extraños polvos que Luna había adquirido en su último viaje.

Como la poción era muy delicada, Luna eligió el día perfecto para usarla, una tarde a la sombra de los árboles, protegida por la magia del bosque.

La bruja Luna colocó la poción en una jarra transparente y se dispuso a recorrer la aldea. Les explicó a los aldeanos que la lluvia caería ese día por la noche y que debían estar preparados para ello.

Los aldeanos, asombrados y curiosos, siguieron a Luna a su cabaña. Allí, Luna les pidió que rodearan el fuego en la hoguera mientras ella pronunciaba las palabras mágicas y vertía la poción en un caldero. Todo el mundo se puso en la posición adecuada, siguiendo los movimientos de la bruja Luna. La lluvia y el viento comenzaron a sonar y a mover las hojas de los árboles, generando una atmósfera misteriosa y mágica. La gente comenzó a cantar juntos, a reunir la energía del universo y a pedir lluvia, comprometiéndose a cuidar y respetar el medio ambiente y la naturaleza.

Las llamas del fuego se avivaron, el humo de la hoguera se volvió más espeso y la lluvia comenzó a caer. Las gotas de agua chocaban contra los rostros de quienes participaban y una ola de alegría y agradecimiento inundó la aldea. La lluvia comenzó a calar las tierras resecas y a revitalizar las plantas y los árboles.

La bruja Luna, satisfecha, se retiró a su cabaña para descansar y reflexionar sobre los maravillosos efectos de la naturaleza y los seres humanos cuando se combinan. La lluvia siguió cayendo durante toda la noche, y en la mañana el sol salió radiante, limpiando todo y permitiendo que la gente comenzara a reconstruir su aldea.

Desde ese momento, la gente del pueblo volvió a creer en la gran fortuna que era la lluvia, y comenzaron a comprender que debían proteger y cuidar la naturaleza que les rodeaba, para ser recompensados con días de lluvia y abundancia.

La aldea renació y, con ella, la tranquilidad y el bienestar de sus habitantes, que luego de ese momento aprendieron a valorar y reconocer la ayuda de la bruja Luna, que hizo posible la lluvia que tanto esperaban y que renovó su aldea.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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