La bruja y la montaña de los duendes. Érase una vez una bruja llamada Margarita. Vivía en un pequeño pueblo en la base de una montaña y siempre había estado fascinada por la cima de esa montaña. Muchos en el pueblo habían intentado escalarla, pero siempre habían regresado derrotados y sin aliento.
Un día, mientras la bruja Margarita preparaba una poción especial en su hogar, notó una extraña sensación en su piel. Era como si la montaña la llamara. En ese instante supo que tenía que subir la montaña.
Margarita comenzó su ascenso a la montaña temprano en la mañana siguiente, llevando solo lo esencial consigo. Después de varias horas de caminar, la bruja comenzó a sentirse agotada. Pero a medida que se acercaba a la cima, una fuerza mágica la impulsaba hacia adelante.
Finalmente, después de todo un día de escalar, Margarita llegó a la cima. A su alrededor había un bosque mágico y un pequeño pueblo lleno de duendes. Los duendes empezaron a correr hacia ella pero se detuvieron en seco al verla.
-¿Qué haces aquí bruja? preguntó uno de los duendes.
-Vine a la cima de la montaña, respondió Margarita.
Los duendes comenzaron a reírse a carcajadas.
-¡Ningún ser humano ha llegado jamás a la cima de esta montaña! exclamó uno de los duendes.
Margarita, sorprendida por las palabras, hizo un gesto con la mano para silenciarlos. Ella podía sentir la magia que fluía a su alrededor.
-Chicos, escuchen lo que les digo, dijo Margarita, miren lo que puedo hacer.
Entonces la bruja Margarita tomó una rama de un árbol cercano y la convirtió en una rosquilla dulce y esponjosa que luego le ofreció a los duendes.
Los duendes no podían creer lo que habían visto. Nunca habían conocido a alguien que fuera tan hábil con la magia.
A partir de ese día, Margarita se volvió muy popular entre los duendes de la montaña. La visitaban a menudo para pedirle ayuda con hechizos y pociones. También se dio cuenta de que había mucho por aprender con los duendes y la magia que les rodeaba.
Uno de los duendes en particular, llamado Pedro, era un poco más curioso que los demás. Siempre estaba haciendo preguntas y quería aprender más sobre el mundo de la magia.
Margarita se hizo amiga de Pedro y comenzó a enseñarle algunos de sus secretos. Mientras las semanas pasaban, aprendía tanto de los duendes como ellos de ella. La montaña se había convertido en un lugar especial para Margarita.
Pero un día, algo extraño sucedió. Pedro comenzó a tener pesadillas y no podía dormir. Desesperado, buscó a Margarita para que lo ayudara.
-¿Qué ha pasado? preguntó Margarita.
-Tengo esta pesadilla que no me deja dormir. Sueño que la montaña y el bosque a nuestro alrededor están muriendo, respondió Pedro entre sollozos.
Margarita se puso seria y supo de inmediato lo que tenía que hacer. Junto a Pedro, escaló la más alta cima de la montaña para observar el bosque.
La bruja vio que algo malo estaba pasando. Las hojas de los árboles se estaban volviendo marrones y los ríos se estaban secando.
La bruja Margarita comenzó a prepararse para hacer un hechizo, utilizando la energía mágica que fluía a su alrededor. Ella sabía que la única forma de salvar la montaña y su bosque era convocar la energía mágica de la naturaleza y usarla para curar las heridas.
Mientras tanto, Pedro sirvió como su guardián, protegiéndola de las fuerzas malignas que intentaron impedir su canto mágico. Pero la bruja Margarita estaba decidida a llevar a cabo el hechizo para salvar la montaña.
Después de varias horas de cantar su hechizo, Margarita finalmente observó como el bosque volvía a la vida. Los ríos volvieron a fluir y los árboles recuperaron su color natural.
Pedro estaba emocionado por el éxito del hechizo y le agradeció a Margarita por su ayuda. Todos los duendes de la montaña también estaban agradecidos. Comenzaron a construir un monumento en honor a la bruja Margarita, para recordarla como la mujer valiente y poderosa que ayudó a salvar su hogar.
Desde aquel día, Margarita visitaba la montaña a menudo y también enseñaba a los duendes sobre la magia de la naturaleza y las estrellas. Se volvió una maestra y mentora para todos ellos, y vivió feliz rodeada de la magia de la montaña.
Así, Margarita aprendió que la magia no solo se encuentra en los hechizos y pociones, sino también en la naturaleza misma. Y que, a veces, nos encontramos donde podemos descubrir nuestro verdadero valor en los lugares más improbables y entre los seres más inesperados.