La bruja y la noche de los sueños. Érase una vez en una pequeña aldea, vivía una bruja llamada Morgana. Era una bruja amable y respetada por sus vecinos, pero tenía un pequeño secreto: cada noche, Morgana podía entrar en los sueños de las personas y hacer que se cumplieran sus deseos más profundos.
Un día, la aldea se preparaba para celebrar la noche de los sueños. Era una noche especial, en la que la gente venía de todas partes para compartir sus sueños con los demás. Morgana estaba emocionada, ya que era su noche favorita del año. Pasaba todo el año preparando pociones y hechizos para la noche de los sueños.
La aldea estaba llena de luces parpadeantes y el sonido de las risas de la gente que se reúne para compartir juntos sus deseos más profundos. La noche estaba llena de misterio, la gente vestía vestidos de colores brillantes, había disfraces de animales, flores y hasta hadas.
Morgana caminaba por los senderos de la aldea, disfrutando del ambiente festivo. Cuando llegó a la plaza principal, vio que los vecinos estaban reunidos en círculo, danzando y cantando canciones antiguas. En el centro del círculo había un pequeño jarro con cenizas que ardían con un fuego lento.
La gente había colocado pequeñas hojas de papel con sus deseos escritos en el interior del pequeño jarro. Mientras las hojas se quemaban, la gente tomaba pequeñas copas de licor y brindaba por su suerte.
Morgana decidió que era hora de unirse a la celebración y se unió al círculo en la plaza. Al principio, la gente la miró con recelo porque se sabía que era una bruja, pero pronto todos olvidaron sus sospechas cuando ella comenzó a bailar con ellos.
La música era gloriosa y los cánticos eran melodiosos. Morgana se dejó llevar por la música y por la energía de la noche. De repente, una fuerte ráfaga de viento la sacudió. Con un movimiento rápido, agarró su sombrero pero no pudo evitar que su capa volara con el viento, perdiéndola de vista.
Mientras la gente estaba distraída con la fiesta, Morgana corrió detrás de su capa, la cual terminó llevándola a los bordes del bosque. El camino estaba oscuro y peligroso pero ella no tenía intención de volver la fiesta, ya que necesitaba su capa para que su magia funcionara esa noche.
Morgana caminó durante una hora, sintiendo el astillado de ramas y el raspado de hojas en su camino. Para su sorpresa, llegó a una cueva profunda en la montaña. La cueva estaba sumamente oscura, no había manera de ver más allá de los primeros pasos. Sin embargo, sintió una presencia bastante familiar.
— ¿Hola? —llamó a la nada en la cueva— ¿Hay alguien aquí?
—Ve tú primer y déjame en paz. —una voz suave y melódica sonó, dejó a Morgan bastante confundida.
— ¿Quién eres tú? ¿Y cómo sabías lo que iba a preguntarte? —preguntó Morgana temerosa.
—No te preocupes por eso, sólo avanza y lo sabrás.
Morgana se sintió un poco asustada, pero decidió adentrarse en la cueva. Después de unos minutos de caminar, finalmente vio la luz del otro lado del camino. A pesar de que se suponía que debía temer por su vida, Morgana no podía esperar ver qué había del otro lado.
Cuando llegó al final de la cueva, se encontró en un gran claro lleno flores de todos los colores que ella conocía. En la mitad del claro había un árbol majestuoso, cuyas ramas se inclinaban hacia abajo con el peso de sus frutos.
En las ramas del árbol, había pequeños hombres y mujeres vestidos con hojas y ramitas, quienes charlaban y se reían entre ellos. Fue sólo entonces que Morgana comprendió que había entrado en el mundo de las hadas.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó una de las hadas. Tenían delicados rostros y ojos brillantes de color verde.
—Perdí mi capa, así que venía en su búsqueda. Pero realmente es mejor que vuelva a casa, ya que la gente se preocupa por mí —respondió Morgana, aunque realmente no se sentía lista para volver a la fiesta.
—No te preocupes por eso. Estás aquí ahora y nosotras podemos ayudarte a encontrar tu capa. Pero a cambio, debes hacer algo por nosotras.
— ¿Algo por ustedes? ¿Qué es lo que quieren? —Morgana preguntó levantando una ceja.
—Es muy simple. Nosotras necesitamos tu magia para hacer nuestros sueños realidad. Queremos que hagas que nuestros sueños se cumplan, como tú haces con los sueños de la gente cada noche.
Morgana pensó un momento, y finalmente decidió que no podía negarse. Ese era el trato, sus sueños a cambio de su capa.
— ¡De acuerdo! —preguntó— ¿Qué quieren que haga? ¿Diganme cuáles son sus sueños?
A medida que las faeries le contaban sus deseos, Morgana empezaba a sentir la misma emoción que ella misma experimentaba en la noche de los sueños en su aldea. Era un sentimiento poderoso, el poder de la magia, y se estaba compartiendo con seres que ella conocía poco. Pero no importaba, por lo que Morgana había experimentado esa noche, eso era algo especial. La magia era real, y estaba escondida en los lugares más inusuales.
Morgana se quedó en la cueva hasta que la noche se convirtió en día. Cuando regresó a la aldea, se encontró con una sorpresa tan grande que tanto la dejó sin aliento: su capa estaba ya en su cama. Fue ese día que Morgana se dio cuenta de que había un verdadero poder detrás de la magia, algo que estaba listo para ser explorado, pero lo más importante, algo listo para ser compartido.
Los habitantes de la aldea no quisieron saber nada sobre su noche con las hadas. Pensaban que era demasiado extraño, pero Morgana lo supo mejor que nadie: la magia estaba viva y, con suerte, algún día sería comprendida y abrazada por algunos que se adentraran en su fascinante mundo. Pero eso sería cuestión de otra historia, de otra noche más sueños, y de nuevos principios.
Morgana aprendió que la magia está en cualquier lugar que desees buscarla y esa noche había encontrado algo invaluable. Aunque no le enseño nada, ella podía sentirse bendecida por lo que había experimentado, porque había encontrado, tal vez por un momento, lo que era la inocencia, la emoción pura de lo que era la magia, y sabía que no sería la última vez que se adentraría en tales aventuras.