La casa de las sombras tenebrosas. Érase una vez una pequeña niña llamada Ana, que vivía en una casa muy especial llamada La casa de las sombras tenebrosas. La casa era muy antigua y estaba ubicada en lo más profundo del bosque. Mucho tiempo atrás, según las leyendas, había sido habitada por una bruja malvada.
Ana, por curiosidad, se aventuró un día a entrar en la casa, sin saber lo que le esperaba. Al entrar, se encontró con que las sombras de la casa eran muy espesas y oscuras, y no podía ver nada. Pero, sin embargo, seguía adelante en su exploración.
De repente, Ana vio una sombra moverse en un rincón de la sala. Se acercó para ver de qué se trataba y descubrió que era un gato negro, muy hermoso y elegante. A pesar de no ser el animal más cariñoso que la niña había conocido, él la acompañó durante todo el día, mostrándole diferentes lugares y rincones.
Juntos, se aventuraron a las profundidades de la casa y descubrieron un pasadizo secreto que llevaba a un sótano muy grande. En el sótano, había un sillón muy grande y cómodo, y un escritorio lleno de libros antiguos. Ana se sentó en el sillón, con el gato a su lado, y comenzó a hojear los libros.
Cuando abrió uno de ellos, un hechizo antiguo se activó en la página. La habitación se llenó de un humo negro y, poco a poco, todo comenzó a desvanecerse. Ana y el gato fueron transportados a un bosque mágico, lejano y desconocido.
Ana se encontraba rodeada de árboles altos y, a lo lejos, pudo ver una torre gigante de cristal que brillaba bajo el sol. Ana y el gato se aventuraron a través del bosque para llegar a la torre. Al llegar, vieron que había una princesa encarcelada en su interior. La princesa estaba triste y preocupada porque su reino había sido invadido por un malvado dragón que destruía todo a su paso.
Ana sabía que tenía que ayudar a la princesa, pero no sabía cómo enfrentar al temible dragón. El gato se acercó a ella y le dijo:
– Ana, dentro de ti hay un poder único y especial. Tienes la fuerza de enfrentar al dragón. Pero no puedes hacerlo sola. Necesitas de la ayuda de todas las sombras del bosque.
Ana no estaba segura de cómo hacerlo, pero el gato la guió hacia un claro en el bosque. Allí, encima de un tronco de árbol, había un precioso cubo de cristal con luces intermitentes. El gato le explicó que debía utilizar sus sombras para crear un ejército de guerreros que enfrentaría al dragón.
La niña cerró los ojos y se concentró en su sombra. Poco a poco, diferentes sombras se fueron acercando a ella, uniéndose a su conjunto. Un sombrero, unas botas, una capa, una katana, un escudo y muchas cosas más. Cuando abrió los ojos, se encontró con un ejército de sombras. El cubo de cristal se transformó en una llave con forma de dragón que debía clavarse en el corazón del maligno dragón.
Juntos, avanzaron hacia el reino invadido. El ejército de sombras defendió a la princesa mientras Ana y el gato enfrentaban al dragón. Era un combate intenso, pero finalmente la llave logró clavarse en el corazón del dragón. De repente, una luz blanca cegó a todos. Cuando Ana abrió los ojos de nuevo, se encontraba de vuelta en La casa de las sombras tenebrosas, rodeada por la luz del sol del mediodía.
El gato ya no estaba a su lado, pero ella sabía que siempre estaría a su lado en momentos difíciles. Ana aprendió una gran lección ese día: que, aunque algo parezca oscuro y tenebroso, siempre hay una luz al final del camino.
Desde ese día en adelante, cada vez que se adentraba en La casa de las sombras tenebrosas, Ana sabía que no debía tener miedo. Después de haber enfrentado a un dragón, cualquier cosa era posible.