La casa del bosque de las almas condenadas. Érase una vez, en un bosque lejano, una casa muy especial llamada La Casa del Bosque de las Almas Condenadas. Era un lugar misterioso y algo tenebroso, pero no por ello dejaba de ser fascinante.
La casa estaba rodeada de árboles altos y tupidos que le daban sombra y la protegían del sol. A su alrededor había un río cristalino y prados verdes, y se podía escuchar el dulce canto de los pájaros. Pero lo más curioso de esta casa eran sus habitantes, las almas condenadas.
Al entrar en la casa no se podía ver a simple vista ninguna alma, pero era fácil percibir su presencia en el aire. Eran seres bondadosos y protectores que velaban por el bienestar de los visitantes, aunque sólo los niños podían verlos. Los adultos sólo sentían una agradable sensación de paz y tranquilidad.
Un día, un niño curioso llamado Tomi decidió aventurarse en el bosque y encontró La Casa del Bosque de las Almas Condenadas. Al principio, se sintió asustado, pero decidió acercarse y llamar a la puerta.
De repente, una brisa fresca sopló y una voz tras la puerta respondió: «¿Quién llama?»
Tomi se presentó y la puerta se abrió sola. Al entrar, se encontró con un pasillo largo y oscuro que lo llevó a una amplia habitación llena de juguetes y dulces. En el centro de la habitación, un anciano sabio lo esperaba sentado en una silla de madera.
«Tomi, ven conmigo», dijo el anciano sabio en voz baja.
Tomi se acercó y se sentó frente a él. El anciano sabio le contó la historia de la casa y cómo habían sido condenadas las almas que allí habitaban.
Hace mucho tiempo, un malvado mago había llegado al bosque y había comenzado a causar problemas. Las almas de los árboles y los animales se unieron para detenerlo, pero no pudieron derrotarlo. Fue entonces cuando llegaron los espíritus de los niños que habían fallecido en el bosque.
Los espíritus pidieron a las almas de los árboles y animales que los ayudaran a detener al malvado mago. Juntos, formaron un equipo y lograron vencerlo. Pero después de la victoria, las almas de los niños decidieron quedarse en el bosque con los otros espíritus, y se convirtieron en almas condenadas.
Las almas condenadas no podían salir del bosque, por eso habían construido La Casa del Bosque de las Almas Condenadas para poder cuidar del bosque y de los niños que se perdían en él.
El anciano sabio le dijo a Tomi que ellos eran los guardianes del bosque y, aunque no podían hacer todo lo que quisieran, podían asegurar que el bosque fuera seguro para todos.
Tomi quedó impresionado y decidió convertirse en el amigo de las almas condenadas. Juntos, pasaron tardes enteras jugando y hablando de la vida. El tiempo pasaba muy rápido cuando estaba con ellos.
Sin embargo, llegó un día en que Tomi no pudo quedarse a jugar. Tenía que volver a su casa y despedirse de sus nuevos amigos. Los espíritus se despidieron de él con gran respeto y cariño. Tomi nunca olvidaría su experiencia en La Casa del Bosque de las Almas Condenadas.
A partir de aquel día, Tomi visitó la casa muchas veces y siempre salía con un corazón lleno de alegría y gratitud. Se dio cuenta de lo importante que era proteger y cuidar de los bosques y animales, y que incluso los más pequeños podrían hacer una gran diferencia en el mundo.
Finalmente, volvió a casa con una nueva comprensión de la vida y la responsabilidad que todos tenemos para cuidar nuestro planeta y las criaturas que lo habitan. Tomi se convirtió en el defensor de la naturaleza y en su gran amigo siempre tendría a las almas condenadas en su corazón.
Y esta es la historia de la Casa del Bosque de las Almas Condenadas, un lugar donde los niños pueden conocer a seres fascinantes y aprender sobre el cuidado y la protección de nuestro mundo.