La casa del bosque de las hadas malignas. Érase una vez, en un bosque muy lejano, había una casa escondida entre los árboles. Esta casa, a pesar de ser encantadora y mágica, era muy temida por todos los habitantes del bosque, ya que era el hogar de las hadas malignas.
Estas hadas, que eran malvadas y envidiosas, siempre buscaban maneras de hacer travesuras y causar problemas a los seres del bosque. Nunca dejaban de planear cómo hacer daño a aquello que no les gustaba, como los árboles, los animales y los otros seres que habitaban el lugar.
Un día, una niña llamada Valeria decidió aventurarse en el bosque para explorar. Había oído hablar de la casa del bosque de las hadas malignas, pero esto no la detuvo. Valeria era una niña valiente y curiosa, y estaba decidida a descubrir todo lo que pudiera sobre el bosque del que tanto se hablaba.
Mientras se adentraba en el bosque, Valeria comenzó a notar algo extraño. Los árboles parecían más oscuros y las flores no tenían el mismo brillo. Incluso los animales parecían más temerosos y nerviosos. Pero Valeria no se asustó, en su lugar, se sintió más intrigada que nunca.
Finalmente, después de caminar un poco más, encontró la casa de las hadas malignas. Estaba escondida detrás de un grupo de arbustos y parecía como si estuviera hecha de ramas y hojas.
Valeria decidió acercarse para verla mejor. Pero justo cuando estaba a punto de tocar una de las ramas, una voz aterradora le habló. “¿Quién eres tú y qué haces aquí?” preguntó la voz.
Valeria miró a su alrededor buscando de dónde venía la voz, pero no vio a nadie. Entonces la voz habló de nuevo, más fuerte esta vez. “Soy una de las hadas malignas de esta casa y no me gusta que los intrusos se acerquen”, dijo.
Valeria no se dejó asustar por la voz aterradora, así que decidió hablar. “Mi nombre es Valeria y solo he venido a explorar el bosque. No quiero causar problemas, solo quiero saber más sobre este hermoso lugar”, dijo ella con calma.
La voz en la casa se calmó un poco y luego dijo: “Muy bien, te permitiré entrar. Pero debes tener cuidado, las hadas malignas pueden ser muy traviesas”.
Valeria entró en la casa y se sorprendió por lo mágico que era todo. Las paredes estaban hechas de ramitas trenzadas y las ventanas eran hojas secas. Todo estaba decorado con brillantes cristales que reflejaban la luz del sol.
A medida que Valeria exploraba la casa, se dio cuenta de que no había nadie allí. Pero sin embargo, las puertas de las habitaciones estaban abiertas y en el centro de la casa había un libro que parecía ser muy antiguo.
Valeria no pudo resistir la tentación y comenzó a leerlo. Pero a medida que leía, se dio cuenta de que se trataba de un hechizo maligno, que estaba destinado a causar problemas en el bosque.
Inmediatamente, Valeria cerró el libro y corrió de regreso al bosque. Sabía que tenía que alertar a los demás habitantes de lo que había visto. Pero cuando llegó al corazón del bosque, fue recibida por todas las criaturas que moraban en él. Todos estaban esperando por ella y habían escuchado lo que había pasado.
Valeria les contó todo lo que había visto en la casa de las hadas malignas y cómo había encontrado el libro del hechizo. Decidieron que tenían que hacer algo para proteger su hogar, así que se unieron en una marcha pacífica hacia la casa del bosque de las hadas malignas.
Cuando llegaron, cantaron juntos una canción que habían escuchado en el bosque. La canción, que era muy dulce y amistosa, hizo que las ramas y las hojas de la casa se movieran, como si las estuvieran abrazando. Las hadas malignas salieron y escucharon la canción con atención. Pero lo que se dieron cuenta es que estaban solas, solas en una casa oscura y maligna.
Así que tomaron una decisión y le dijeron a Valeria y a sus amigos que iban a dejar la casa del bosque y a irse en busca de un lugar en el que pudieran ser amables y felices. Los habitantes del bosque estaban felices de haberlas ayudado a ver lo maravilloso que podía ser el amor y la bondad.
Desde entonces, las hadas malignas no se han vuelto a ver por el bosque. Los árboles y las flores volvieron a ser brillantes y hermosos, y los animales volvieron a ser felices. Valeria y sus amigos aprendieron que nunca deben juzgar a alguien por su apariencia y que la bondad siempre debe triunfar sobre la maldad.