La casa del bosque de los fantasmas. Érase una vez una casa en medio del bosque que todos los niños y niñas del pueblo evitaban. Dicen que estaba habitada por fantasmas, que se escuchaban extraños ruidos por las noches y que algunas personas que habían intentado entrar nunca más regresaron. Pero un grupo de amigos decidió que querían investigar el misterio de la casa del bosque de los fantasmas.
Pedro, Sofía, Ana y Lucas se reunieron un día en secreto y decidieron que la aventura comenzaría esa misma noche. Se prepararon con linternas, cuerdas, brújulas y todo lo que creían necesario para explorar la casa embrujada.
Llegaron al bosque, donde la oscuridad los envolvió y los árboles altos parecían vigilarlos en silencio. Pedro, que era el más valiente, les dio ánimos y les indicó el camino hacia la casa.
La casa era grande y antigua, con ventanas rotas y las puertas parecían estar medio podridas. La madera crujía bajo sus pies al caminar. Pero a pesar de todo, avanzaron y, con mucho cuidado, abrieron la puerta principal. Un crujido siniestro sonó y, por un momento, ninguno de ellos se movió, pero después, una pequeña figura se abalanzó sobre ellos.
Era un cachorro, tal vez un perro abandonado que había encontrado la casa. Les ladró con ímpetu, provocando que los niños rieran con alegría, se acercaron y lo acariciaron en la cabeza.
Después de que se aquietaron las cosas, los niños se adentraron en la casa. La oscuridad los envolvía y apenas podían ver más allá de sus linternas. Hasta que llegaron a una sala grande, con una chimenea y una mesa en el centro iluminada con una vela.
En la mesa, había algo extraño, algo que se movía. Los niños se miraron y avanzaron con mucho cuidado, en silencio. Al acercarse, se dieron cuenta de que eran gusanos. Había gusanos en la mesa moviéndose de un lado a otro.
Los niños, un poco confundidos por la escena, se reían nerviosamente. Pero de repente, una luz brillante sombreada por una sombra oscura iluminó la pared al lado de la mesa. Los niños se miraron de nuevo y se acercaron a ver qué era.
Había una mezcla de fotos y dibujos enmarcados en la pared. Parecían pertenecer a una familia feliz que vivía en la casa, incluso había un retrato de un perro grande y grueso, tenía orejas largas y juguetonas y una sonrisa amable, junto con un eslogan que decía: «no tomes a los perros como mascotas, tómalos como parte de tu familia».
Los niños se miraron el uno al otro, fascinados por las imágenes. De repente, los ojos de los niños se encontraron con los de la foto, era un niño pequeño que los miraba fijamente desde la imagen. Pero lo más extraño es que su imagen parecía moverse sola. Los amigos se asustaron y se dieron la vuelta.
De repente, una sombra emergió de la pared, parecía estar moldeada alrededor de una figura humana. La sombra se movió con gracia hacia ellos, cubriendo sus cuerpos con una oscuridad densa pero que no les hacía daño. Fue entonces cuando descubrieron lo que les estaba diciendo la estancia en la casa: aquella casa no era un hogar vacío, sino que había sido abandonada por su familia original después de la muerte de su hijo.
Fue entonces cuando los cuatro amigos se hicieron amigos de los fantasmas, y decidieron ayudar a la familia a construir un nuevo hogar. Al principio, pensaron que el trabajo sería fácil, pero se dieron cuenta de que su tarea no era tán sencillo. Tenían que trabajar duro para reconstruir el hogar completo.
Trabajaron juntos durante varias semanas, y finalmente, lograron terminar la tarea. Los fantasmas, extremadamente agradecidos, llevaron a los niños de regreso a sus casas. Cuando los niños estaban en el bosque, escucharon una voz diciendo: «Ustedes y sus construcciones están entrando en mi memoria y, solo hechos así, se crea la verdadera magia en el corazón de alguien».
Desde ese día, los niños nunca se olvidarán de la casa del bosque de los fantasmas, pero ahora ya no tenían miedo de ella. Había dejado de ser una casa embrujada y había pasado a ser un hogar donde habían encontrado una familia en necesidad y habían tenido la suerte de poder ayudar.
Y así fue como los cuatro amigos descubrieron que no debemos juzgar antes de explorar y entender cada lugar, porque siempre hay una historia detrás de todo. A partir de ese día, visitaron la casa del bosque de los fantasmas muchas veces más y, poco a poco, aprendieron a quererla tal y como era, porque la belleza verdadera está en las cosas simples y sinceras. La casa del bosque de los fantasmas ya nunca volvió a asustar a nadie, al contrario, todos los habitantes del pueblo ahora la veían con otros ojos.