La casa del cementerio de las estatuas

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La casa del cementerio de las estatuas
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La casa del cementerio de las estatuas. Érase una vez una casa muy especial ubicada en el centro de la ciudad. Esta casa era diferente a todas las demás, tenía un jardín lleno de estatuas de todo tipo de personajes y animales. Los niños de la ciudad se detenían a mirarlas con admiración, pero nadie se atrevía a entrar a la casa, pues había rumores de que estaba embrujada.

Un día, una niña muy valiente llamada Sofía decidió descubrir el misterio de la casa del cementerio de las estatuas. Al llegar a la puerta, sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero su curiosidad era más fuerte que el miedo. Con un poco de esfuerzo, logró abrir la puerta y se adentró en el jardín.

Al caminar por los senderos, notó que todas las estatuas de la casa estaban llenas de polvo. Parecían haber estado allí durante muchos años sin que nadie las hubiera limpiado. Sofía decidió que iba a hacer algo al respecto y comenzó a limpiar las estatuas una por una.

Al terminar, las estatuas cobraron vida y comenzaron a hablar con Sofía. La estatua de un león fue la primera en hablar y le dijo a la niña que era su guardián y que siempre estaría allí para proteger la casa. Luego, la estatua de un payaso dijo que su trabajo era hacer reír a las personas que visitaban la casa. Incluso la estatua de un pájaro les contó a Sofía sobre su vida como mensajero.

Sofía estaba fascinada por la historia de cada una de las estatuas, pero se dio cuenta de que una de ellas estaba triste y no quería hablar con ella. Era la estatua de un niño que sostenía una pelota en las manos. Sofía se acercó a la estatua y le preguntó qué le pasaba, pero no obtuvo respuesta.

Después de darle muchas vueltas, Sofía se dio cuenta de que la estatua estaba triste porque no tenía a nadie con quien jugar a la pelota. Así que decidió jugar con ella y con todas las demás estatuas del jardín. Pasó horas jugando y riendo con sus nuevos amigos y se dio cuenta de que ya no sentía miedo por la casa del cementerio de las estatuas.

Al caer la noche, las estatuas volvieron a su lugar y Sofía se despidió de todas ellas. Agradeció haber tenido la oportunidad de conocerlas y de compartir momentos muy especiales con cada una de ellas.

Desde ese día, Sofía volvió a la casa del cementerio de las estatuas todas las semanas para limpiar y jugar con sus amigos de piedra. Los niños de la ciudad la miraban asombrados al verla entrar y salir de la casa sin miedo.

La casa del cementerio de las estatuas cobró vida gracias a Sofía y sus ganas de descubrir nuevos secretos. Ya no había un aura de misterio y temor, sino de curiosidad y diversión. Los niños de la ciudad comenzaron a visitar la casa del cementerio de las estatuas con más frecuencia, esperando conocer a sus amigos de piedra y crear nuevas aventuras junto a ellos.

La casa del cementerio de las estatuas se convirtió en un lugar lleno de vida y de alegría, gracias a Sofía y a su valentía. Nunca volvió a ser el mismo lugar oscuro y abandonado que fue alguna vez, sino un sitio lleno de sorpresas y emociones.

Y así, con esta historia que Sofía se encargó de divulgar por toda la ciudad, la casa del cementerio de las estatuas se llenó de visitantes felices que disfrutaban los bellos cuentos de los amigos de piedra. Sofía siempre regresaba con una sonrisa en la cara, feliz de haberse convertido en la amiga más fiel de aquellos seres mágicos que pusieron su confianza en ella.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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