La casa del cementerio de las pesadillas. Érase una vez un pequeño pueblo llamado Villa del Miedo, cuyos habitantes sufrían de constantes pesadillas. Cada noche, los niños y adultos despertaban gritando y sudando, como si hubieran tenido verdaderas pesadillas en sus sueños.
Un día, llegó al pueblo una chica llamada Ana. La chica se acercó a los habitantes y les contó que había oído hablar del cementerio de las pesadillas, que se encontraba en la cima de una montaña cercana a Villa del Miedo. Según una antigua leyenda, quien entrara en aquel cementerio, tendría un número incalculable de pesadillas cada noche.
Pero a pesar de la advertencia, algunos valientes del pueblo decidieron investigar y darse una vuelta por el cementerio. Pero para su sorpresa, allí encontraron una casa abandonada, cuyo interior parecía ser el origen de las pesadillas del pueblo. Los habitantes le llamaron «La casa del cementerio de las pesadillas».
Todos los días, la casa emitía extraños sonidos y nadie se atrevía a acercarse a ella. Pero Ana, la chica que había llegado al pueblo, decidió entrar en la casa para investigar qué estaba pasando. La chica se aventuró a entrar y explorar cada rincón de la casa. Y a pesar de los extraños ruidos, logró continuar.
Una vez dentro de la casa, encontró un cuarto oscuro y misterioso con una mesa que parecía antigua. Ana notó que en la superficie de la mesa se encontraba un libro antiguo, el cual tenía como título «Cómo acabar con las pesadillas del cementerio».
Sin pensarlo dos veces, Ana decidió llevarse el libro a su casa y estudiarlo para encontrar las respuestas que tantos habitantes del pueblo necesitaban. Después de leer el libro durante horas, descubrió que aquel extraño libro era un mapa que señalaba la forma de encontrar un tesoro escondido en la cima de la montaña, en el mismísimo cementerio de las pesadillas.
El mapa explicaba que en el cementerio había una pequeña puerta secreta que daría acceso a una cueva escondida detrás de una cascada de agua, en la que se encontraba el tesoro. Ana notó que el mapa requería de algunos ingredientes para lograr entrar en la cueva. Los ingredientes eran: una moneda brillante, una pluma negra, una hoja de palma, un pañuelo rosa y un frasco lleno de lágrimas de un niño.
Ana, como buena aventurera, decidió conseguir estos ingredientes en una misión llena de aventuras y peligros. Empezó por buscar la moneda brillante en la plaza del pueblo, donde le dijeron que había un tesoro escondido en la fuente del centro. La fuente parecía haber estado abandonada por años, pero al final, encontró la moneda.
Luego, anduvo por los callejones del pueblo buscando una pluma negra, pero de repente encontró a un pequeño niño llorando. Ana recordó que en el mapa decía que debía tener lágrimas de un niño, así que le preguntó qué había pasado. El niño le explicó que había perdido su pañuelo rosa y no podía encontrarlo. Ana, conmovida por el niño, decidió ayudarlo a buscar el pañuelo, que resultó estar en un árbol cercano.
Con la moneda y la pluma en la bolsa, Ana empezó a buscar una hoja de palma. En el río cercano, Ana vio una hoja de palma que flotaba y decidió recogerla, sumándola a la bolsa.
Finalmente, Ana anduvo durante horas buscando a alguien que le diera un frasco lleno de lágrimas de un niño. A pesar de buscar en muchos lugares, nadie quería ayudarla. Pero a lo lejos, Ana vio a un niño llorando y corrió hacia él para preguntarle qué había pasado. El niño le contó que era el mismo que había llorado antes, y que los demás niños no querían jugar con él. Ana se sintió mal por el niño, y le preguntó si podía guardar sus lágrimas en un frasco. El niño, feliz, aceptó y le dio el frasco.
Emprendió el último tramo de la aventura subiendo la montaña para acceder al cementerio de las pesadillas. Finalmente, encontró la puerta secreta que el mapa señalaba. Introdujo cada ingrediente en su respectiva cerradura y, cuando la puerta se abrió, se encontró con la cueva subterránea.
Dentro de la cueva, encontró una tonelada de oro y joyas repartidos por toda la cueva. Ahí es cuando notó algo: el libro no era para acabar con las pesadillas, era para acabar con aquellos que oprimían los sueños.
De la casa de La casa del cementerio de las pesadillas salía un viejo y malvado hombre que, bajo su religión y enseñanzas, atemorizaba a todos los del pueblo obligándolos a no salir de casa. Sin otro remedio, Ana decidió llevar la riqueza del cual se había adueñado el hombre de vuelta al pueblo, donde usó el pequeño tesoro para alegrar y reforzar el ánimo de los habitantes con festejos, comida y regalos.
Finalmente, la vida volvió a ser normal en el pueblo. Y gracias a Ana, un corazón fuerte y valiente que acabó con las pesadillas de todos, los habitantes de Villa del Miedo se recuperaron de sus terribles pesadillas y sueños.
Y así, de pesadillas a festejos, Ana se volvió una heroína en el pueblo, y nunca olvidarán su valentía.