La casa del jardín de los muertos

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La casa del jardín de los muertos
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La casa del jardín de los muertos. Érase una vez en una pequeña aldea rodeada de montañas, una casa muy peculiar. Esta casa, situada en medio del jardín más hermoso que se podía imaginar, no era como cualquier otra. Esta casa era la Casa del Jardín de los Muertos.

Desde fuera, parecía una casa normal y corriente, pero dentro de ella, se encontraba el jardín más mágico que jamás se había visto. Las flores eran de colores nunca antes vistos, y la hierba parecía recién cortada, aunque no se le había dado un solo tijeretazo en años.

Todo el que pasaba por delante de la Casa del Jardín de los Muertos, se asustaba al verla y prefería dar la vuelta y olvidar lo que había visto. Pero un día, un pequeño curioso llamado Nico, decidió aventurarse y entrar en la Casa del Jardín de los Muertos.

Nico caminó por el jardín hasta llegar a la casa, abrió la puerta y se adentró. Dentro se encontró con un anciano muy simpático que le invitó a tomar un té.

– Bienvenido a la Casa del Jardín de los Muertos, mi nombre es Abel – dijo el anciano con una gran sonrisa.

– Hola, soy Nico ¿Por qué se llama así esta casa? – preguntó Nico.

– Como puedes ver, esto es un jardín en el que han sido enterrados muchos seres queridos. Pero, aunque suene extraño, sus almas y espíritus aún habitan aquí y yo soy el encargado de cuidarlos y mantener su hermoso jardín – explicó Abel.

Nico se mostró sorprendido, nunca había escuchado hablar de algo así. Pero su curiosidad lo llevó a seguir explorando el lugar.

Mientras paseaban por el jardín, Abel le contó a Nico la historia de cómo esta casa mágica había llegado a ser. Hace muchos años, un anciano muy sabio conocido como el Jardinero, eligió este lugar para crear un jardín en el que pudiera cuidar de las almas de los muertos y mantenerlos en conexión con los vivos.

– Pero, ¿cómo te encargas de mantener su conexión con los vivos? – preguntó Nico interesado.

– Muchos niños como tú, vienen por aquí y visitan a sus antepasados, traen flores y les hablan, y de esa manera las almas pueden sentirse acompañadas y en paz. Además, también hacemos rituales muy especiales para honrar a los muertos y recordarlos siempre – respondió Abel.

Nico se mostró muy emocionado con todo lo que Abel le contaba, y decidió que quería volver a la Casa del Jardín de los Muertos a visitar a sus propios antepasados. Después de tomar un poco de té y despedirse de los espíritus del jardín, Nico regresó a su aldea, pensando en todas las cosas que había aprendido ese día.

A partir de ese momento, Nico volvió a la Casa del Jardín de los Muertos muchas veces, llevando flores a sus abuelos y bisabuelos y charlando con ellos. Incluso convenció a sus amigos de la aldea para que lo acompañaran a visitar el jardín y conocer a los espíritus que allí habitaban.

Poco a poco, la Casa del Jardín de los Muertos se convirtió en una visita obligada para los niños de la aldea, y Abel se convirtió en un amigo y maestro para todos ellos.

Y así, la Casa del Jardín de los Muertos se llenó de risas y flores, dejando atrás su imagen triste y misteriosa, y convirtiéndose en un lugar de encuentro y conexión entre los muertos y los vivos, gracias a la curiosidad y valentía de un pequeño niño llamado Nico.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La casa del jardín de los muertos
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