La casa del laberinto de la locura. Érase una vez un pequeño pueblo rodeado por un espeso bosque lleno de árboles altos y misteriosos. En medio del pueblo, había una gran casa rodeada por un laberinto de setos que se extendía a lo largo y ancho del terreno. La casa era conocida como «La casa del laberinto de la locura» y nadie sabía exactamente quién vivía allí. Se decía que la persona que se aventuraba en el laberinto nunca regresaba.
Sin embargo, un día, tres jóvenes amigos, Marisol, Pablo y Ana, decidieron desafiar el misterioso laberinto y descubrir los secretos que escondía La casa del Laberinto. Se pusieron ropa cómoda, cargaron sus mochilas con comida e intentaron abordar el laberinto.
Una vez dentro, se dieron cuenta inmediatamente de lo extenso que era el laberinto. Había muchos caminos y ninguno parecía llevarlos a la salida y a la casa. Sin embargo, no se rindieron y continuaron avanzando.
Poco después, llegaron a un lugar en el laberinto que estaba lleno de flores multicolores y mariposas. Pero, mientras admiraban la belleza del lugar, escucharon un ruido extraño que venía del otro lado. Decidieron seguir el ruido y, a medida que se acercaban, vieron una pequeña casa con un hombre sentado en una silla afuera.
El hombre era anciano, pero cuando los niños le preguntaron qué estaba haciendo allí, les explicó que le gustaba buscar cosas y que estaba buscando algo especial. Les preguntó si podían ayudarlo a buscar una llave que había perdido en el laberinto hace mucho tiempo.
Intrigados por la petición del anciano, lo ayudaron a buscar la llave y finalmente la encontraron cerca de la entrada del laberinto. El anciano les agradeció por su ayuda y les dijo que la llave les abriría una gran puerta a su derecha si la usaban en el momento adecuado.
Los niños, agradecidos por conocer al hombre amable, continuaron su camino en dirección a la casa del Laberinto y finalmente encontraron la gran puerta que el anciano les había mencionado. Usando la llave, la abrieron y encontraron una escalera que parecía llevarlos bajo tierra.
A pesar del miedo que sintieron, bajaron las escaleras y encontraron una habitación enorme con muchos pasadizos y puertas. Cada puerta estaba marcada con una letra y no sabían cuál tomar. Sin embargo, Pablo vio una nota en una de las paredes que decía «La salida está detrás de la única puerta que no tiene letra».
Los niños corrieron a buscar la puerta y finalmente la encontraron. Al abrirla, se encontraron en una habitación con muchos tesoros y regalos. Se sorprendieron por un momento, pero luego se dieron cuenta de que era un regalo por su valentía y coraje.
Al salir, encontraron al anciano que los había ayudado antes y los felicitó por haber alcanzado su meta. Les dijo que ahora podían salir del laberinto y que una sorpresa más los esperaba afuera.
Así fue como los niños salieron de La casa del laberinto de la locura, felices y emocionados por haber logrado su objetivo. Cuando finalmente llegaron a la ciudad, vieron que se había organizado una gran fiesta en su honor. Todos los habitantes del lugar los recibieron con aplausos y gritos de felicidad.
Desde ese día, Marisol, Pablo y Ana se convirtieron en los héroes del pueblo, y su valentía e inteligencia se convirtieron en un ejemplo para todos los niños del lugar. Y aunque nunca se supo quién vivía en La casa del laberinto de la locura, siempre se recordó la historia de los tres valientes amigos que lograron superar el desafío más grande.