La casa del laberinto de los gritos. Érase una vez una casa muy especial llamada la casa del laberinto de los gritos. Esta casa era muy diferente a las demás, ya que estaba llena de sorpresas y misterios.
Muchos niños y niñas solían pasar por delante de la casa del laberinto de los gritos y se preguntaban qué escondía en su interior. Algunos se atrevían a entrar, pero la mayoría se asustaba ante la posibilidad de perderse en el laberinto.
Un día, un niño llamado Juan decidió explorar la casa del laberinto de los gritos. Sabía que era un lugar peligroso, pero estaba decidido a descubrir todos sus secretos.
Así que, sin pensarlo dos veces, abrió la puerta y se adentró en la casa. Lo primero que vio fue un pasillo muy largo y oscuro que parecía no tener fin. Por detrás de él, escuchó un ruido muy extraño, como si algo se estuviera acercando.
Juan decidió correr por el pasillo, saltando por encima de objetos y evitando obstáculos. De repente, llegó a una puerta de madera donde estaba escrito «Laberinto de los gritos».
Juan sabía que estaba a punto de pasar por una de las pruebas más difíciles, pero estaba dispuesto a seguir adelante. Abrió la puerta y se encontró en medio de un laberinto.
Las paredes eran tan altas que apenas podía ver las señales que indicaban el camino. Además, el laberinto parecía moverse y cambiar constantemente, lo que hacía que Juan se perdiera a menudo.
Mientras tanto, su corazón latía muy fuerte y podía escuchar sus propios gritos. Pero lo que más le asustaba eran los sonidos extraños que venían de las paredes. Parecían susurrarle cosas al oído, pero no podía entender lo que decían.
Juan tomó algunas decisiones al azar y finalmente llegó a una puerta. Historia sintió una gran emoción por haber llegado tan lejos, pero también se sintió abrumado por el miedo. ¿Qué había detrás de esa puerta? ¿Sería una de las pruebas finales?
Con un gran respiro, Juan abrió la puerta y se encontró en una habitación repleta de espejos. Todos los espejos reflejaban su imagen, pero cada reflejo era ligeramente diferente. Algunos reflejos aparecían desfigurados, otros eran más jóvenes o más viejos.
Juan se sintió muy confundido. No entendía lo que estaba pasando. ¿Era una ilusión óptica, un hechizo mágico, o simplemente un truco para hacerle sentir aún más asustado?
Entonces, de repente, se escuchó una voz que resonó por toda la habitación: «Felicitaciones, Juan. Lograste superar todas las pruebas del laberinto de los gritos. Ahora, te damos la bienvenida como uno de los nuestros»
Juan se sorprendió al escuchar la voz. Era como un tono amigable, suave y cálido. Juan sintió que algo había cambiado. Ya no sentía miedo, sino una extraña emoción que lo hacia sentir cada vez más valiente.
De repente, los espejos se abrieron como puertas, dando paso a una habitación secreta. Juan la exploró con mucho interés; encontró objetos mágicos, libros antiguos y extraños pergaminos.
Allí, Juan comprendió por qué la casa del laberinto de los gritos era tan especial. Era una casa mágica, llena de leyendas y símbolos que la convertían en un lugar especial para todo aquel que se atreviera a entrar en ella.
Después de explorar la casa durante varias horas, Juan decidió salir. Ahora ya no tenía miedo, sino que estaba feliz. Había logrado descubrir los secretos de la casa del laberinto de los gritos y se había convertido en un nuevo miembro de la comunidad mágica.
El sol brillaba en el exterior de la casa, mientras Juan caminaba por el sendero que había llevado a la casa del laberinto de los gritos. Ahora, sentía que conocía la casa tan bien como la palma de su mano y que nada podría asustarlo.
Juan se alejó sonriendo, sabiendo que la casa del laberinto de los gritos lo había convertido en un verdadero aventurero. Desde ese día, ningún reto le parecía imposible.