La casa del laberinto del destino. Érase una vez una casa mágica llamada «La casa del laberinto del destino». Era una casa diferente a las demás porque no tenía una puerta de entrada normal. En su lugar, había una especie de cueva llena de arbustos y árboles frondosos, una entrada divertida y misteriosa que siempre llamaba la atención de los niños del pueblo.
La historia cuenta que si alguien encontraba el camino a través del laberinto de la cueva y lograba salir al otro lado, encontraría la casa mágica. Pero no todos tenían la capacidad de adentrarse en la casa. Solo aquellos que tenían un corazón lleno de bondad y pensamientos claros, podían llegar más allá de la entrada de la cueva.
Los niños en el pueblo siempre hablaban de la casa mágica, pero nadie había sido lo suficientemente valiente para adentrarse en sus maravillosos jardines y conocer sus habitaciones llenas de sorpresas.
Un día, un niño llamado Mateo, decidió que encontraría la casa mágica. Se preparó para la aventura y salió de casa muy temprano en la mañana. Comenzó andando por las calles del pueblo en busca de la entrada al laberinto.
Finalmente, después de una larga caminata, encontró la entrada. La abrió, se adentró y comenzó el difícil trayecto a través del laberinto de arbustos y árboles. Pero Mateo era un niño fuerte y persistente, así que finalmente llegó a la otra parte, justo donde se encontraba la casa mágica.
Pero, cuando llegó a la casa, se sorprendió al ver que el camino para entrar era, de nuevo, un laberinto. Esta vez, las paredes eran de arbustos y el techo estaba hecho de ramas de árboles.
Al principio, Mateo estaba confundido y no sabía qué hacer. Pero, poco a poco, comenzó a observar detalladamente cada rama y cada hoja, y encontró el camino para entrar al primer salón de la casa.
En el salón, había un gran jardín lleno de árboles frutales y hermosas flores de todos los colores. Y en el centro de ese jardín, justo debajo de un gran árbol de manzanas, se encontraba la anfitriona de la casa, que era una ladrona muy famosa.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó la ladrona.
– Solo quiero conocer la casa mágica – respondió Mateo.
– Bienvenido a mi casa. Pero, si quieres quedarte, primero tienes que completar una misión – dijo la ladrona.
– ¿Qué misión? – preguntó Mateo.
– Debes encontrar el objeto perdido en mi jardín – dijo la ladrona – La llave del tesoro.
Mateo aceptó la misión y comenzó a buscar la llave entre las flores y entre las ramas de los árboles. Miró debajo de las rocas, dentro de las fuentes, detrás de los bancos. Buscó en cualquier lugar donde creyera que podría estar la llave.
Finalmente, después de mucho buscar, se topó con una caja pequeña, casi oculta detrás de un árbol. La abrió y encontró la llave.
Sosteniéndola en su mano, Mateo corrió hacia la ladrona para entregarla. La ladrona se sorprendió y estuvo muy contenta por su valentía y determinación. Le mostró las demás habitaciones de la casa y le contó muchas historias.
Cada habitación tenía una sorpresa diferente. El salón de baile tenía unas mariposas gigantes en la zona de la pista de baile. En la cocina, los muebles bailaban al ritmo de la música. Y en la habitación del deporte, las pelotas volaban y flotaban en el aire.
Mateo disfrutó la casa mágica, pero también se dio cuenta de que la ladrona le había enseñado una lección muy importante. A veces, la vida te pone obstáculos difíciles, pero si mantienes una actitud positiva y estás dispuesto a enfrentarte a ellos, siempre encuentras una manera de superarlos.
Después de pasar un tiempo fabuloso en la casa mágica, Mateo decidió que era hora de volver a casa. Pero antes de irse, la ladrona le regaló un pequeño objeto mágico que le permitiría visitarla siempre que quisiera.
Ahora, cada vez que Mateo tenía una difícil situación en su vida, cerraba los ojos, pronunciaba palabras mágicas y se encontraba en la casa del laberinto del destino donde aprendió una gran lección que nunca olvidaría.