La casa del misterio de Halloween. Érase una vez en un tranquilo y pequeño pueblo llamado Pasadizo del Bosque, en el que cada año se celebraba con gran entusiasmo la festividad de Halloween. Todos los habitantes preparaban disfraces muy creativos para desfilar por las calles en busca de dulces.
Pero había una casa que siempre sobresalía entre todas las demás. Se trataba de la Casa del Misterio de Halloween, una casa rodeada de rumores y leyendas que aseguraban que estaba encantada.
Un grupo de amigos conformado por Silvia, Pedro, Ana y Miguel, decidieron que ese año no podían dejar pasar la oportunidad de visitar la casa más temida del pueblo. A pesar de que algunos vecinos los habían advertido de lo peligroso que podía ser, no permitieron que el miedo los detuviera.
Cuando llegaron a la puerta, se dieron cuenta de que había una nota que decía: «Si entras, nunca volverás a salir». A pesar del misterioso mensaje, los amigos no se detuvieron y empujaron la puerta. Se quedaron impactados al ver la decoración que los recibía, esqueletos colgantes, telas de araña por todas partes, calabazas iluminadas y un olor a vela de cera.
De repente, se escuchó una voz ronca que decía: «¡Bienvenidos a la Casa del Misterio de Halloween!». Los amigos buscaron de dónde provenía la voz y se fijaron en un pequeño diablillo que estaba sentado sobre un sofá.
El diablillo se presentó como el dueño de la casa y les ofreció una visita guiada, con la promesa de que les mostraría algunos de los secretos mejor guardados de la casa. Los amigos aceptaron, aunque algo temerosos.
Comenzaron el recorrido y el diablillo les mostró la que parecía ser la sala principal, que estaba habitada por una gran araña peluda y una enorme fuente de dulces. El diablillo les indicó que podían tomar cuantos dulces quisieran, pero solo uno por persona. Al tomar el dulce, cada uno sintió una energía extraña recorrer su cuerpo.
Luego visitaron la cocina, donde había velas de diferentes colores iluminando la habitación. El diablillo les dijo que cada color tenía una función diferente, pero no les reveló más, solo les permitió encender una vela cada uno.
En ese momento, las cosas empezaron a ponerse más extrañas. Vieron una habitación con un espejo muy grande que al reflejar sus rostros, deformaba sus imágenes para hacerlos ver como monstruos. También visitaron una habitación con una cama de tamaño gigante y una ventana a Luna llena, que hacía que todos se sintieran más fuertes y poderosos.
Cuando creyeron que la visita estaba llegando a su fin, el diablillo los condujo a una puerta cerrada. La abrió y los invitó a entrar. La habitación estaba completamente oscura, impenetrable. Pero de repente escucharon una voz susurrante que les decía que debían encontrar la manera de liberar la magia de la habitación. ¿Magia? ¿Qué magia?
Silvia, Pedro, Ana y Miguel se asombraron cuando descubrieron un cofre dorado en el medio de la habitación. Cuando lo abrieron, encontraron una masa grisácea, similar a una plastilina, pero llena de destellos. El diablillo les contó que se trataba de la materia prima de la magia.
El grupo decidió tomar un poco de la sustancia y se dieron cuenta de que desplegaba un poder increíble. Silvia pudo hacer levitar un objeto, Pedro podía moverse a grandes velocidades, Ana podía leer la mente de alguien y Miguel podía multiplicar objetos.
Luego, todos los amigos regresaron a la sala principal donde el diablillo los felicitó por haber liberado la magia de la casa. Pero recibieron la advertencia de no abusar de ella, ya que podría tener consecuencias terribles.
El diablillo les permitió llevarse una bolsa con dulces y salieron de la Casa del Misterio de Halloween con una experiencia que nunca olvidarían.
Los amigos se dijeron que no tendrían problemas para conseguir los dulces la próxima vez, ya que podrían usar la magia. ¿Sería cierto que algunos de ellos abusarían de ella? Nunca se supo, pero lo que sí se sabe es que, desde aquel día, la Casa del Misterio de Halloween se convirtió en un lugar más apreciado por los niños del pueblo.