La casa del pulpo en la cueva. Érase una vez en el fondo del mar, en una cueva muy profunda, vivía un pulpo llamado Octavio. Él era muy especial, pues tenía ocho tentáculos muy largos y fuertes, que utilizaba para recolectar su comida y arreglar su hogar.
La casa de Octavio era una maravilla de la naturaleza. Estaba hecha de corales y algas marinas, y tenía varios pasadizos y habitaciones que él mismo había diseñado y construido. Pero a lo largo del tiempo, su hogar se había ido desgastando y necesitaba algunas reparaciones.
Un día, Octavio decidió que era hora de arreglar su casa y añadirle algunas mejoras. Comenzó a recolectar materiales para reparar su hogar, pero fue entonces cuando se dio cuenta de que necesitaba algo más para hacerlo especial: una puerta.
Puso todo su esfuerzo y trabajó día y noche, construyendo una puerta que fuera lo suficientemente grande para que pudiera entrar y salir sin problemas. Después de muchos días de trabajo, la puerta estaba lista: era de madera resistente y tenía unos bonitos adornos tallados en ella.
Pero Octavio se preguntó: ¿para qué necesita una puerta en el fondo del mar?, nadie visita la cueva y él tampoco sale mucho de allí. Fue entonces cuando se le ocurrió una idea: poder invitar a algún amigo a su casa y así poder disfrutar de su hogar juntos.
Octavio comenzó a buscar en el mar a alguien especial, alguien que pudiera compartir su amor por la construcción y la decoración. Pasaron días y finalmente, encontró a un amigo llamado Luis, un cangrejo muy divertido y dispuesto a ayudarlo en lo que necesitara.
Luis no podía creer lo que veía en la cueva de Octavio, la casa era magnífica, pero lo que más le pareció curioso fue la puerta. «¿Qué necesidad tienes de una puerta?», preguntó Luis, a lo que Octavio respondió: «¡Quería que tú fueras el primero en cruzarla!»
Luis no podía estar más encantado con la idea, y comenzó a ayudar a Octavio con las reparaciones y mejoras. Juntos, arreglaron los bordes de la cueva, limpiaron y ordenaron cada rincón de la casa. Pero aún quedaba algo más por hacer: ¡querían decorar!
Los amigos comenzaron a crear adornos con los materiales que encontraban en el mar: conchas, estrellas de mar, corales y hasta pequeñas algas de colores brillantes. La casa de Octavio se convirtió en la más bonita de la cueva, y lo mejor de todo era que la puerta ya no estaba sola, ¡Luis podía entrar y salir de esta ahora!
Desde entonces, la puerta de Octavio se convirtió en un símbolo de amistad y creatividad. Los amigos comenzaron a invitar a otras criaturas marinas a su hogar, para mostrarles todas las maravillas que habían creado juntos y compartir la pasión por la construcción y la decoración.
Todos los amigos de Octavio adoraban pasar tiempo en su hogar, y siempre aprovechaban para sacar ideas para mejorar sus propias casas. Octavio y Luis se enorgullecían en mostrar su hogar, pero aún más en compartir su amistad y su amor por el mar.
Y así, la casa del pulpo en la cueva se convirtió en un lugar de encuentro para todos los habitantes del fondo del mar: un lugar donde la creatividad y la amistad se unían para crear cosas maravillosas. Y mientras la puerta de Octavio permanezca abierta, siempre habrá un amigo esperando para entrar y disfrutar de todo lo que tienen para ofrecer.