La cebra y el león. Érase una vez una hermosa cebra que vivía en la savana del Serengueti. Esta cebra, llamada Rayas, era muy querida por sus amigos animales, ya que siempre estaba dispuesta a ayudarlos.
Un día, Rayas se encontró con un león llamado Leo. A pesar de que los leones y las cebras son conocidos como enemigos naturales, Rayas no le tenía miedo y decidió conversar con él.
– Hola, Leo -dijo Rayas-. ¿Por qué tienes esa cara tan triste?
– Es que estoy muy hambriento -respondió Leo-. Y no encuentro comida por ningún lado.
Rayas, sin pensarlo dos veces, decidió ofrecerle a Leo un poco de hierba que encontró en el camino.
– Aquí tienes, Leo. No es lo que usually comes, pero espero que te ayude a calmar el hambre.
Leo estaba sorprendido por la amabilidad de Rayas. Él sabía que las cebras podían ser una presa fácil para los leones, pero esta cebra estaba dispuesta a ayudarlo, aunque no fuera su amigo.
A partir de ese momento, Rayas y Leo comenzaron a tener conversaciones diarias. Rayas le preguntaba a Leo cómo había estado su día, y Leo le contaba sus aventuras en la selva. Y aunque Leo seguía siendo un león carnívoro, sabía que podía confiar en Rayas, porque ella era una cebra muy especial.
Un día, Rayas se encontró con un pequeño ratón que estaba muy asustado. El ratón le explicó que había perdido a su familia en una tormenta y no sabía cómo volver a casa.
Rayas, siempre dispuesta a ayudar, decidió acompañar al ratón. A medida que avanzaban por la selva, se dieron cuenta de que estaban siendo seguidos por un leopardo hambriento. Rayas le dijo al ratón que corriera lo más rápido que pudiera mientras ella se encargaba del leopardo.
Cuando el leopardo se acercó a Rayas, ella no corrió ni trató de escapar. En cambio, se mantuvo firme y le preguntó por qué tenía que ser tan cruel con los animales más pequeños.
El leopardo no era un animal malvado, sólo estaba hambriento. Rayas le explicó que había otras maneras de obtener comida, que no implicaran hacerle daño a otros animales.
El leopardo entendió lo que Rayas le había dicho. A partir de ese momento, decidió que no volvería a hacerle daño a ningún animal. Rayas y el ratón pudieron regresar a sus hogares sanos y salvos.
Leo estaba muy impresionado por lo que Rayas había hecho. Él había visto cómo enfrentó al leopardo para salvar al ratón. Él sabía que ella era una cebra muy especial y quería ser su amigo.
– Rayas, quiero que sepas que aunque soy un león y tú eres una cebra, siempre estaré agradecido por todo lo que has hecho por mí. En ti he encontrado una amiga verdadera.
Rayas estaba muy contenta. Sabía que su amistad con Leo era muy especial. Ahora tenía un amigo que la valoraba por quien era, no por cómo se veía.
A partir de ese momento, Rayas y Leo se volvieron inseparables. Ella le presentó a todos sus amigos animales y él comenzó a integrarse en su grupo.
Rayas enseñó a Leo a ser amable con los demás animales, y él se dio cuenta de que no tenía que depender sólo de la caza para sobrevivir. Leo empezó a probar diferentes alimentos, algunos los cuales nunca había probado antes.
La amistad entre Rayas y Leo inspiró a otros animales a ser más empáticos y amables entre ellos. Ahora, la selva era un lugar más amigable y armonioso.
Y aunque algunos animales todavía tenían miedo de Leo, Rayas siempre estaba allí para recordarles lo especial y amable que era.
Gracias a la amistad entre una cebra y un león, la selva se volvió un lugar donde la empatía y la amistad eran los valores más importantes. Cada animal aprendió a mirar más allá de las apariencias y a valorar a los demás por quienes son, no por lo que son.
Desde entonces, la selva se volvió un lugar más feliz y pacífico, donde todos los animales vivían juntos en armonía. Y todo eso gracias a la empatía y la amistad de Rayas y Leo.