La conejita y el arco iris. Érase una vez, en un bosque mágico, una pequeña conejita llamada Luna. Luna era una conejita muy curiosa y siempre se preguntaba por todo lo que veía a su alrededor. Un día, mientras Luna paseaba por el bosque, de repente empezó a llover. Luna corrió y buscó refugio debajo de un árbol grande y frondoso.
La conejita se sintió triste porque la lluvia no le permitía disfrutar del bosque como a ella le gustaba. Pero de repente, algo maravilloso sucedió: el sol brilló entre las nubes y un arco iris apareció en el cielo. La conejita nunca había visto algo tan hermoso y decidió seguir al arco iris en busca de aventuras.
Luna corrió detrás del arco iris y lo siguió a través del bosque. A medida que se acercaba al arco iris, se dio cuenta de que era más grande de lo que parecía. Cuando finalmente llegó al final del arco iris, se encontró con una sorpresa asombrosa.
Allí, en el final del arco iris, Luna encontró un pequeño lago. El lago tenía el agua más cristalina que la conejita había visto. Pero lo que hizo que Luna se quedara boquiabierta fue que el agua del lago se iluminaba con todos los colores del arco iris.
Luna se acercó al lago y, al asomarse, vio su reflejo en el agua. ¡Su piel blanca y sus orejas largas eran de un color brillante y hermoso! La conejita se sorprendió a sí misma, no podía creer que se había convertido en una conejita multicolor.
De repente, Luna escuchó una voz suave, como si fuera un susurro en su oído. Era la voz del arco iris, que le dijo: «Luna, la conejita. Has sido bendecida con un regalo especial para que puedas compartir con tus amigos».
Luna estaba confundida, no sabía qué tipo de regalo o qué podía hacer con él. La voz del arco iris le explicó: «Tu regalo especial es que tu piel y tus orejas cambiarán de color cada vez que hagas algo bueno o ayudes a alguien. Cuanto más bueno seas, más brillará tu luz y más colores tendrás».
Luna estaba muy emocionada con su nuevo regalo, y decidió compartir su alegría con todos sus amigos del bosque. Corrió de vuelta a casa, pero en el camino, tropezó con una rama y cayó al suelo. Mientras se levantaba, se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo: su piel y sus orejas se estaban volviendo gris oscuro.
La conejita Tartu, que era una de las amigas de Luna, la vio y fue corriendo en su ayuda. Tartu ayudó a Luna a levantarse y a sacudirse la suciedad de la ropa. Mientras Tartu la ayudaba, su piel y sus orejas volvieron a ser multicolores.
Luna entendió que su regalo especial también tenía una responsabilidad: debía hacer cosas buenas para que su luz siguiera brillando y nunca perdiera sus colores. A partir de ese momento, se propuso ayudar a todos sus amigos del bosque cada vez que tuviera la oportunidad de hacerlo.
Y así fue como Luna, la conejita del arco iris, se convirtió en una gran amiga y aliada para todos los animales que habitaban en el bosque mágico. Todos ellos miraban con admiración y alegría cuando Luna pasaba saltando y sus colores se reflejaban en el cálido sol que daba brillo al bosque.
Desde entonces, cada vez que llovía y aparecía un arco iris en el cielo, Luna corría detrás de él, sabiendo que detrás encontraba no solo un hermoso espectáculo natural sino el regalo del arco iris que la guiaba por el camino de seguir haciendo buenas acciones.
La conejita había descubierto la magia de hacer cosas buenas: su luz siempre brillaría, y sus colores seguirían siendo los más hermosos y radiantes como el arco iris mismo. Y así, Luna, la conejita del arco iris, se convirtió en la defensora del amor y la amistad en el bosque mágico.
FIN.