La conejita y el globo aerostático. Érase una vez en un bonito campo rodeado de flores y árboles frondosos, vivía una conejita llamada Luna. Luna era una conejita muy curiosa y aventurera. Le encantaba salir a explorar el campo todos los días. Pero siempre volvía a su casa al atardecer para ver el increíble atardecer desde su pequeña colina.
Un día, mientras Luna estaba explorando el campo, vio un objeto brillante en el cielo azul. Parecía un gran globo aerostático, ¡y estaba flotando justo encima de su casa! Sin pensarlo dos veces, la pequeña conejita corrió a casa para contárselo a su mamá.
«Mamá, mamá, ¡hay un globo aerostático sobre nuestra casa!», dijo emocionada Luna.
Su mamá, que estaba ocupada limpiando la casa, sonrió y respondió: «Sí, Luna, ya lo he visto. Parece que se han detenido aquí para ver nuestro hermoso campo».
Luna se desesperó por ver el globo aerostático de cerca, corrió afuera y comenzó a gritar: «¡Hola! ¿Me llevarías en tu hermoso globo?» Pero el piloto del globo no la escuchó y siguió inflando el globo.
Sin embargo, Luna estaba decidida a subir al globo aerostático. Esperó pacientemente a que el piloto se baje por un momento para ajustar las cuerdas de anclaje y, en un abrir y cerrar de ojos, aprovechó su oportunidad y saltó a la canasta.
Luna estaba tan emocionada que saltaba en la canasta, pero se preguntaba cómo iba a bajar. Lamentablemente, ella no sabía cómo manejar el globo y, de repente, la canasta se elevó hacia el cielo. El piloto saltó dentro de un segundo, dejando a Luna sola en el globo aerostático.
«¡Oh no, ahora estoy sola y no sé cómo volver a bajar!» lamentó la pequeña conejita.
Mientras el globo se elevaba lentamente hacia el cielo, Luna comenzó a sentirse nerviosa. Se asomó por el borde de la canasta y vio toda la belleza del paisaje a su alrededor. Pero, al mismo tiempo, se asustó de que la lleva al cielo.
De repente, Luna vio a un pájaro volando cerca del globo aerostático. Con mucha cautela, se acercó al pájaro y le preguntó si sabía cómo bajar. El pájaro, que parecía amigable, sonrió y dijo: «No te preocupes Luna, te ayudaré a descender con seguridad. ¿Ves esa cuerda allí? Es la que controla la presión del globo. Si la aflojas, el globo descenderá lentamente. Pero debemos tener cuidado de no soltarla, de lo contrario, el globo se elevará nuevamente».
Luna agradeció al pájaro por su ayuda y juntos comenzaron a aflojar la cuerda. El globo comenzó a descender rápidamente y los dos amigos disfrutaron de la hermosa vista.
Cuando finalmente aterrizaron en el suelo, Luna se despidió del pájaro y se dirigió a su hogar. Su madre estaba preocupada por ella y la abrazó con fuerza.
«Mamá, por un momento temí por mi vida. Pero ahora me doy cuenta de que, aunque el globo era hermoso y emocionante, no debí haber subido sin permiso», dijo Luna, apenada.
Su mamá sonrió y acarició su cabeza.
«Supongo que a veces necesitamos experimentar cosas nuevas. Pero para hacerlo de manera segura, siempre debemos pedir permiso primero», dijo su mamá.
Luna aprendió una lección valiosa ese día. Se dio cuenta de que, aunque la aventura era emocionante, era importante tomar medidas de seguridad para evitar lesiones y situaciones peligrosas.
Nunca más volvió a subir al globo aerostático sin permiso. A partir de ese día, Luna siempre preguntaba a su madre antes de aventurarse a hacer algo nuevo. Aprendió que era mejor prevenir situaciones peligrosas que lamentarlas después.