La conejita y el museo de los animales

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La conejita y el museo de los animales
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La conejita y el museo de los animales. Érase una vez una conejita llamada Lola que siempre había sentido mucha curiosidad por el mundo animal. Un día, mientras exploraba el bosque, encontró un pequeño cartel que decía «Museo de los animales». Lola se preguntó qué podía ser ese lugar, así que decidió seguir el camino que indicaba el cartel.

Después de caminar un rato, Lola llegó a un edificio grande y hermoso que tenía la forma de un enorme árbol. En la entrada, había una placa de madera con el nombre del museo, y una puerta antigua, tallada con formas de animales.

Al abrir la puerta, Lola se encontró con una sala enorme, con altos techos y decorada con imágenes y figuras de todos los animales que se pueden imaginar. Desde leones hasta pequeñas mariposas, cada rincón del museo estaba lleno de vida y curiosidad.

Lola no podía creer lo que estaba viendo, era como si estuviera en el bosque, rodeada de animales vivos. Así que decidió comenzar su recorrido por el museo y descubrir todo lo que pudiera aprender sobre los animales que admiraba.

Primero, vio una sala llena de esqueletos de animales, perfectamente conservados para poder dar una idea de cómo lucían realmente cada especie. La esqueleta de un gran elefante le pareció impresionante, difícil de imaginar que alguna vez aquel gigante había caminado sobre la tierra.

Lola siguió su camino y llegó a otra sala donde había animales disecados. Allí, un grupo de aves de colores vibrantes y rellenas con algodón la saludaron con sus alas abiertas, parecía como si estuvieran dando la bienvenida a todos los visitantes del museo.

Sin embargo, llegó a la sala que más le llamó la atención: una sala donde se mostraban animales vivos en su entorno natural. Allí, podía sentir como si se encontrara en medio del bosque, gracias a los árboles y las plantas que rodeaban a los animales. Podía oír el gorjeo de las aves y sentir el viento agitar las hojas.

Lola vio un majestuoso tigre dormitando a la sombra de un árbol, parecía tan real que evitaba hacer ruido para no molestarlo. Después vio una familia de osos polares en su hábitat natural, se deslizaban con suavidad y agilidad entre las nieves eternas. Y así, fue viendo uno a uno, los animales más espectaculares que se puedan imaginar, en su ambiente natural, gracias a las enormes pantallas que mostraban imágenes de lugares lejanos y exóticos.

Sin embargo, de repente, un sonido fuerte y extraño le llamó la atención. Lola corrió a la sala donde venía el ruido y encontró un televisor encendido con algo que parecía un noticiero de animales. El periodista anunciaba una noticia promocionando una aventura en la selva. Él decía que se trataba de una expedición hacia un lugar donde había animales exóticos como serpientes venenosas, ramas extrañas, monos, tigres exóticos de Bengala, y otros animales fascinantes.

A pesar de que Lola estaba un poco asustada por la idea de aventurarse en la selva, también se sentía emocionada por la idea de ver nuevos animales y de aprender más sobre ellos. Así que decidió, sin dudarlo, solicitar su boleto para comenzar la expedición.

Y así, una vez que obtuvo su pase, Lola y un grupo de valientes exploradores partieron en búsqueda de nuevas aventuras. Fueron en busca de la selva y de todos los animales que habían promocionado en el museo. Las serpientes, los monos, las ramas gigantes, el tigre de Bengala y muchos otros animales más, estaban allí, mostrando su vida dirante el día en la selva.

Lola se sintió tan emocionada y feliz de poder ver tantos animales viviendo en la naturaleza y sintió que había descubierto un nuevo mundo en las profundidades del bosque.

Finalmente, completada la aventura, Lola regresó al museo con un sentimiento de satisfacción y emociones nuevas en su corazón. Se dio cuenta de que lo que le gustaba no solamente era ver animales, sino también conocer el lugar donde vivían, saber cómo respiraban, qué comían y cómo se movían.

Desde entonces, Lola pasaba horas y horas en el museo, explorando nuevos animales y aprendiendo más sobre la vida silvestre. Pero lo que más le gustaba de todo era ver cómo los animales realmente eran vivos, y no solo esqueletos y animales disecados.

Lola se dio cuenta de que la naturaleza es el lugar más hermoso de todos, y que gracias al respeto que le dábamos a los animales, todos juntos, podríamos disfrutar un mundo mejor. Y así fue como la conejita Lola, gracias al museo de los animales, aprendió a amar a los animales con más pasión de lo que había imaginado. Ahora esperaba con ansiedad volver a la selva y enriquecer sus conocimientos sobre todo lo que habita allí gracias de su gran viaje.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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