La conejita y las zanahorias gigantes

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La conejita y las zanahorias gigantes
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La conejita y las zanahorias gigantes. Érase una vez una conejita muy valiente llamada Lola. Ella vivía en un campo lleno de zanahorias, sus alimentos favoritos. Pero un día, mientras Lola estaba buscando su cena, se topó con unas zanahorias gigantes.

Lola se sorprendió tanto cuando las vio que no podía creer que fueran de verdad. Pero la conejita no se dejó intimidar e inmediatamente comenzó a morder una de las enormes zanahorias. Después de realizar un gran esfuerzo, logró arrancar un pedazo y comenzó a masticar.

La zanahoria gigante tenía un sabor delicioso, y Lola no podía dejar de comer. Pero cuando estaba a punto de tomar su último bocado, escuchó un ruido extraño. Era el sonido de alguien acercándose.

Lola se asustó y pensó que el dueño del campo había venido por ella. Entonces, se dio cuenta de que el sonido venía de la otra dirección. Curiosa, decidió aventurarse para ver qué era lo que estaba sucediendo.

A medida que se acercaba, Lola divisó un castillo enorme hecho de zanahorias. No sabía quién lo había construido, pero se dio cuenta de que alguien necesitaba su ayuda.

Al acercarse más, la conejita descubrió a un grupo de conejitos que estaban atrapados en una jaula en el interior del castillo. Estaban rodeados de zanahorias gigantes que los habían encerrado allí.

Lola, decidió actuar rápidamente y se acercó a la puerta. Pero no estaba conectada a ninguna llave convencional, sino que estaba cerrada con una cerradura gigante hecha a base de zanahorias.

La conejita no se dejó intimidar por el tamaño de la cerradura, sino que comenzó a masticarla con todas sus fuerzas. Al cabo de un rato, logró destruir la cerradura y abrir la puerta. Los conejitos se quedaron mirando a Lola con enorme agradecimiento.

Al salir del castillo, Lola les preguntó cómo habían llegado allí. A lo que los conejitos respondieron que habían sido secuestrados por un malvado zorro que quería que trabajaran en sus campos. Los zorros no comían zanahorias, y como tal, las abandonaban siempre que las encontraban.

Al darse cuenta de la terrible situación en la que se encontraban los conejitos, Lola decidió ayudarles a escapar. Pero para ello, debían lograr un escape silencioso y disimulado.

De repente, una de las conejitas descubrió que los zorros no podían ver en la oscuridad. Entonces, Lola decidió esperar hasta la noche para escapar.

Por eso, Lola y los conejitos se pusieron a trabajar juntos. Mientras la conejita y los conejitos trabajaban para arrancar las zanahorias gigantes del campo y esconderlas en la oscuridad, otros conejitos vigilaban para evitar que los zorros los descubrieran.

Cuando cayó la noche, Lola y los conejitos reunieron todas las zanahorias gigantes que pudieron encontrar y las escondieron en un lugar seguro. Pero mientras lo hacían, un zorro se acercó a ellos. Para su suerte, uno de los conejitos lo distrajo y pudieron escapar sin que el zorro los persiguiera.

Los conejitos estaban muy agradecidos con Lola por su heroicidad y su ayuda para poder escapar. De repente, se dieron cuenta de que las zanahorias gigantes habían comenzado a desaparecer.

Lola estaba tan hambrienta como ellos y decidió que era hora de buscar algo de comida. Finalmente, Lola y los conejitos encontraron un campo de zanahorias normales, y disfrutaron de una cena muy abundante.

Con el estómago lleno, los conejitos decidieron que era hora de volver a sus hogares. Pero antes de irse, en agradecimiento a su heroína, los conejitos le regalaron a Lola una zanahoria gigante que había sido la más grande del campo. Lola aceptó su regalo con mucha alegría y se despidió de los conejitos.

Después de un momento, Lola regresó a su hogar cargando su enorme regalo. Cuando llegó, la conejita se dio cuenta de que era demasiado para ella sola. En cambio, decidió compartirla con todos sus amigos en el campo.

Desde aquel día, Lola siempre recordó que para lograr algo tenían que trabajar juntos, un consejo muy importante que le habían enseñado sus nuevos amigos. Además, siempre se sintió muy orgullosa de su regalo, que había sido el resultado de su valentía y su espíritu de ayuda. Y, por supuesto, de haberse enfrentado ante las zanahorias gigantes sin miedo.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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