La fiesta de Halloween en el cementerio. Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde la gente celebraba Halloween en el cementerio. Para los habitantes del pueblo, la noche de Halloween era una oportunidad para honrar a sus seres queridos que habían fallecido y recordarlos con amor y respeto.
La fiesta empezaba al anochecer, cuando el cementerio se llenaba de velas y flores. Los niños corrían por todos lados, disfrazados de fantasmas, monstruos y brujas, emocionados por recolectar dulces y chocolates.
Pero había un niño llamado Tomás que sentía miedo de ir al cementerio esa noche. Aunque había oído hablar de la tradición ancestral de su pueblo, no podía dejar de pensar en los fantasmas y zombies que podrían aparecer allí.
Tomás decidió quedarse en casa y leer algunos libros de cuentos para distraerse. Pero entonces, escuchó un extraño ruido que venía de su ventana. Cuando miró hacia afuera, vio a una pequeña calabaza iluminada moviéndose en el jardín.
¿Sería un regalo o una amenaza?, se preguntó Tomás. Sin embargo, su curiosidad superó su miedo y se acercó a la ventana para tener una mejor vista. Entonces, la calabaza saltó de su lugar y empezó a rodar hacia la calle.
Tomás decidió seguirla desde lejos, sin saber a dónde lo conduciría su aventura. La calabaza siguió un camino que llevaba directamente al cementerio. A medida que se acercaba, Tomás pudo ver que los colores del lugar brillaban como nunca antes.
Cuando llegó, se sorprendió al ver un verdadero espectáculo de luz y sombra en el que todo parecía estar vivo. Los árboles tenían ojos y los murciélagos se transformaban en sonrisas. Todo el cementerio estaba lleno de diversión y alegría.
En ese momento, Tomás comprendió que el cementerio era un lugar mágico, que encerraba secretos y maravillas como ninguna otra parte del pueblo. Se acercó a la puerta del cementerio y, para su sorpresa, encontró a un grupo de niños que lo invitaban a bailar y reír con ellos.
Los niños estaban disfrazados como él, algunos como momias, otros como vampiros, pero todos estaban disfrutando de la noche de Halloween en el cementerio. Tomás se unió a ellos, sin miedo y saltó, cantó y bailó con los niños hasta que la noche llegó a su fin.
Mientras volvía a casa esa noche, Tomás se dio cuenta de que el cementerio no era un lugar para temer, sino un lugar para honrar y celebrar la vida. Desde entonces, esperó con ansias el día en que se celebraría nuevamente Halloween en el cementerio para volver a disfrutar con los nuevos amigos que había hecho.
Desde ese momento, cada vez que Tomás visitaba el cementerio, sentía que una energía especial lo rodeaba, una energía que lo llenaba de alegría y le hacía olvidar sus miedos.
Y así, en la noche más esperada del año, Tomás celebraba con entusiasmo la fiesta de Halloween en el cementerio, rodeado de risas y sonrisas, convencido de que había descubierto el lugar más mágico y especial de su pueblo. Al final, descubrió que la única manera de conquistar nuestros miedos es enfrentándolos y que muchas veces, lo que realmente nos asusta es lo que desconocemos.