La Hada de la Exploración. Érase una vez, un pequeño hada llamada Ada que tenía un gran deseo de explorar el mundo más allá de su pequeño reino. Siempre había oído hablar de las maravillas que se encontraban en los lugares lejanos, y estaba decidida a descubrirlos.
Sin embargo, Ada sabía que no podía aventurarse sola. Aunque era una hada valiente, también sabía que el mundo podía ser peligroso y que había muchas criaturas que podían hacerle daño. Por eso, decidió buscar la ayuda de un amigo para acompañarla en su viaje.
Buscó entre sus amigos las criaturas más confiables y fieles, y después de largo tiempo, encontró lo que buscaba. Se topó con un zorro cuyos ojos chispeaban de emoción. Tenía el morro puntiagudo, pelaje anaranjado y un rosario blanco en su cuello.
«Zorro, ¿te gustaría explorar el mundo conmigo?», preguntó el hada con la voz dulce que la caracterizaba.
El Zorro no lo pensó mucho, había escuchado hablar de los tesoros y aventureros que se encontraban más allá del bosque. «¡Por supuesto que sí, hada Ada!», respondió, saltando emocionado.
Juntos, Ada y el Zorro atravesaron el bosque oscuro, donde los árboles cerraban líneas gruesas, y volaban cientos de murciélagos nocturnos. Pronto, los rayos de sol comenzaron a deslumbrar entre los arboles y la naturaleza comenzó a cambiar en una maravillosa sorpresa para ambos.
Llegaron a montañas escarpadas y ríos cristalinos. Pasaron por bosques llenos de animales, pájaros cantando y rastrojos que se elevaban hacia el cielo. Cada vez que encontraban un río, detenían para admirar la vista. Ada y el Zorro estaban maravillados con tanta belleza junta.
Mientras exploraban y se divertían, sin embargo, también encontraron peligros inesperados. Un lobo hambriento, un risco peligroso y una tormenta eléctrica, los sorprendió un día sin esperarlo. Ada y el Zorro se dieron cuenta de que el mundo no siempre es amable, pero prometieron cuidarse mutuamente y continuar juntos.
Por la noche, cuando los viajeros cansados se preparaban para pasar la noche debajo del árbol más grande que habían visto jamás, Ada miró al Zorro y notó una mirada preocupada.
«¿Qué pasa?» preguntó el hada.
«Ese mismo árbol fue donde mi amigo, el Zorro Blanco, pasó su última noche antes de irse para siempre. Nunca pudo volver alas montañas y montañas donde solía jugar, nunca pudo ver la nieve que caía en invierno.» El Zorro miró fijamente a Ada. “Temo no poder cumplir mis objetivos, como él.”
«¿Por qué piensas eso?» preguntó Ada con una sonrisa afectuosa en su cara.
«Porque soy solo un zorro y no puedo hacer mucho como otros animales en la naturaleza. No tengo habilidades para protegerlos ni tampoco para cazar mucho, y con esta pandemia me temo que no tendré la posibilidad de explorar lo que tanto anhelo», respondió el zorro preocupado.
Ada se acercó a él y le dio un abrazo tranquilizador, «Zorro, no tienes por qué sentirte así. Eres valioso y robusto en tu propia manera. Apreciamos lo que haces para cuidar los bosques que nos permiten explotar la naturaleza y, aunque no tengas habilidades de caza, eres astuto y rápido. Y si la pandemia limita nuestra exploración, tendremos que esperar, pero siempre encontraremos algo nuevo y fascinante. Nunca te rindas de tus sueños».
Ada y el Zorro se quedaron tranquilos, sabía que tenían más aventuras nuevas por descubrir, aun con todo y las situaciones adversas en su camino.
Al día siguiente, continuaron su exploración, y aunque se encontraron con muchos peligros a lo largo del camino, Ada y el Zorro trabajaron juntos para superar cada uno de ellos. Y en cada lugar nuevo que descubrían, se les abrían los ojos ante una belleza aún mayor que la que habían experimentado anteriormente.
La emoción y el descubrimiento se convirtieron en su alimento, ya que había mucho por hacer, mucho por explorar y mucho por descubrir. Ada y el Zorro siempre se cuidaban mutuamente, haciendo que su amistad se fortaleciera cada día.
Luego de un tiempo, Ada y el Zorro regresaron a su hogar dentro del bosque. Comenzaron a contarse historias de las cosas que habían visto y los peligros que habían superado, sus ojos prendían chispas de alegría. Y a medida que compartían sus experiencias, se dieron cuenta de que habían aprendido mucho a lo largo del camino, y de que, sin duda alguna, ya no eran los mismos seres aventureros al iniciar su viaje.
Desde ese día, Ada y el Zorro estaban juntos en todos sus descubrimientos. Juntos recorrían los lugares más lejanos y exóticos, siempre cuidándose mutuamente y disfrutando de todas las maravillas que la naturaleza tenía para ofrecerles.
Ada y el Zorro, felices con lo logrado, sabían que aún quedaban muchas aventuras por vivir, juntos seguirían explorando el mundo y descubriendo todas las maravillas que tenía para ofrecer.