La Hada de la Tierra

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La Hada de la Tierra
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La Hada de la Tierra. Érase una vez, en un lugar lejano y mágico, una Hada llamada Alba que se encargaba de cuidar y proteger todos los recursos naturales del planeta. La Tierra estaba sufriendo de los constantes maltratos que el ser humano le infligía, y Alba había sido enviada para ayudarla a sanar y recuperar su equilibrio.

Al principio, Alba no estaba segura de cómo cumplir su misión. Había tanto daño que reparar, y parecía que no tenía una solución. Pero poco a poco, fue descubriendo formas de hacer que las personas se dieran cuenta de la importancia de cuidar el medio ambiente y de proteger a todas las especies que habitaban en él.

Un día, mientras Alba hacía su inspección diaria por un bosque cercano a una ciudad grande, se encontró con un grupo de niños que estaban explorando el lugar. Alba se acercó a ellos y les preguntó qué estaban haciendo allí.

«Estamos buscando tesoros», respondió uno de los niños.

«Tesoros», repitió Alba. «¿Y qué clase de tesoros buscan?»

«Bueno», dijo el niño. «No exactamente oro o joyas, sino cosas interesantes. Como piedras, hojas, ramas…»

Alba sonrió y se acercó a ellos. «Eso suena divertido», dijo. «¿Y saben qué? Todos los tesoros que encuentren aquí en el bosque son importantes. Cada piedra, hoja, ramita, flor… tienen un papel muy importante en el ecosistema del bosque».

Los niños la miraron con curiosidad. Alba tomó una hoja del suelo y se la mostró. «Miren», dijo. «Esta hoja es parte de la alimentación de muchas orugas y escarabajos que viven aquí. Si no hay hojas, ¿qué van a comer?»

Los niños se miraron entre ellos, como si se estuvieran dando cuenta de algo importante. «Ah», dijo uno de ellos. «Así que cada cosa es importante en su lugar».

«Exactamente», dijo Alba. «Y ustedes, como exploradores y aventureros, tienen un trabajo importante que hacer. Pueden ayudarme a proteger y cuidar este bosque. ¿Les gustaría ser guardianes del bosque?»

Los niños asintieron emocionados. Alba les dio una breve lección sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y de proteger a todas las especies que lo habitan. Les mostró cómo recoger la basura que encontraban en el suelo, cómo no pisar las plantas, cómo dejar las piedras y ramas en su lugar… Los niños estaban encantados con su nuevo rol de guardianes del bosque, y se prometieron a sí mismos cuidar y proteger el lugar.

A partir de aquel día, Alba se encontraba frecuentemente con los niños en sus expediciones por el bosque. Les enseñaba más cosas sobre la naturaleza, y ellos se divertían explorando y descubriendo cosas nuevas. Era como si el bosque y ellos estuvieran unidos en una especie de amistad mágica.

Pero Alba sabía que había mucho trabajo por hacer aún. Los seres humanos seguían maltratando el ambiente, y cada día había más especies en peligro de extinción. Así que decidió ir más allá de su trabajo de protectora de la naturaleza.

Un día, en pleno verano, Alba se sentó a meditar en una colina. Miró hacia el cielo, que estaba despejado y azul. Miró hacia el horizonte, que parecía infinito. Y de repente, sintió una sensación extraña en su corazón. Una especie de llamado, una energía que la invitaba a hacer algo más.

Fue entonces cuando Alba tuvo una idea brillante. ¿Y si pudiera inspirar a más niños y adultos para que cuidaran el ambiente? ¿Y si pudiera compartir con ellos la importancia de la naturaleza y de las especies que la habitan? ¿Y si pudiera crear una especie de sistema que incluyera a todos los guardianes de la Tierra?

Alba se levantó emocionada. Sabía que esta tarea no sería fácil, pero estaba decidida a hacerlo. Comenzó a viajar por el mundo entero, hablando con personas de todos los lugares, inspirándoles y motivándoles para que se convirtieran en protectores de la Tierra. Pronto, su mensaje se propagó como un fuego ardiente, y cada vez había más y más personas que se unían a su causa.

Se creó una especie de red mundial de guardianes de la Tierra, que compartían sus experiencias y aprendizajes sobre cómo cuidar cada rincón del planeta. Eran niños y adultos, de todas las nacionalidades y culturas, que se habían unido en una causa común: proteger la Tierra y todas sus especies.

Alba sonreía cada vez que veía un nuevo rostro en su red. Sabía que su trabajo no había acabado, pero estaba feliz de ver que su sueño de proteger la Tierra estaba cada vez más cerca de hacerse realidad.

Y así, Alba continuó siendo la Hada de la Tierra, pero ahora con un ejército de guardianes que la apoyaban en su tarea. Y la Tierra, poco a poco, empezó a sanar, a recuperar su equilibrio y su belleza natural. Gracias a la sabiduría y el compromiso de Alba, la Tierra estaba resplandeciendo de nuevo, como una joya invaluable, como un tesoro para todos los seres que la amaban.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La Hada de la Tierra
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