La Hada del Descubrimiento. Érase una vez en un reino lejano, una joven llamada Natalia, que soñaba con ser una exploradora. Desde pequeña, se maravillaba con los relatos que su abuelo le contaba sobre los misterios que escondía la tierra, el mar y el cielo.
Natalia anhelaba más que nada en el mundo, descubrir nuevas tierras y hallar tesoros escondidos en el fondo del mar. Pero por desgracia, en su reino no estaba bien visto que las mujeres se dedicaran a la exploración, consideraban que era un trabajo sólo para hombres.
Así que Natalia tendría que esperar a cumplir la mayoría de edad y salir del reino para seguir su sueño. Sin embargo, un día algo pasó que cambiaría su vida para siempre.
Ella paseaba por el bosque cercano a su casa cuando se topó con una pequeña hada de cabello dorado. Al principio, Natalia pensaba que era una simple mariposa, pero al acercarse, se dio cuenta de que se trataba de la Hada del Descubrimiento.
El hada se presentó como Erin y le dijo que había estado siguiendo los anhelos del corazón de Natalia durante mucho tiempo. Natalia no podía creer lo que estaba viendo, ¡una hada de verdad! Y además, que estaba dispuesta a ayudarla a cumplir su sueño.
Erin le entregó a Natalia una pequeña llave, le explicó que si la usaba en su brújula, sería capaz de encontrar el camino a nuevos horizontes nunca antes explorados. Pero también la advirtió, la brújula no la llevaría a lugares seguros, necesitaría coraje y determinación para superar los obstáculos que encontraría su camino.
Natalia aceptó la llave y prometió ser valiente en su búsqueda y descubrimientos. Erin le sonrió y desapareció en un destello de luz.
Desde ese día, Natalia se dedicó a entrenar aún más duro y a leer todo lo que encontraba sobre navegación y geografía del mundo. Así que cuando cumplió la mayoría de edad y se le permitió explorar el mundo, estaba más que preparada.
Con la brújula que le había entregado Erin, Natalia partió del puerto del Reino y comenzó una larga travesía. La brújula giraba locamente, pero ella confiaba en que la llevaría a donde se suponía que debía ir.
Durante sus primeros días en el mar, Natalia navegó durante muchos kilómetros sin que nada pareciera cambiar. Pero, una noche de luna llena, una brisa fresca le trajo un delicioso aroma a algas y asombro.
Al acercarse a una isla desconocida, la brújula tembló como un colibrí. Natalia no podía creer lo que veía: una costa de rocas escarpadas se elevaba hacia un bosque infinito y misterioso conramas doradas donde parecía que la luz solar no podía entrar.
Decidida, Natalia se dirigió hacia la isla. A medida que se adentraba más en la costa, podía ver cientos de seres marinos extraños e inusuales. Después de algunos días de exploración, ganó la confianza de los animales, descubriendo que eran criaturas amables que nunca antes se habían visto en ningún otro lugar del mar.
A medida que se acercaba al interior de la isla, Natalia encontró un antiguo templo incrustado en una colina de rubí. El olor dulce y la suavidad del terciopelo de los pétalos de las flores que crecían en los alrededores, la atraían al templo.
Natalia abrió las antiguas puertas del templo y lo que vio la dejó sin aliento: joyas, oro y plata aparecían ante sus ojos. Pero lo mejor de todo era el libro en el centro, un volumen en cuyo lomo se leía «El conocimiento del universo».
Tremenda había sido la batalla entre el atrevimiento y la curiosidad de Natalia que, después de un momento de reflexión, decidió llevarse el libro.
Ya de vuelta en su barco, trató de entender las luces y los símbolos en el libro, pero nada parecía serle familiar. Fue entonces cuando la llave que Erin le había entregado se calentó en su bolsillo.
Combinando la llave con la brújula, Natalia encontró la solución. La llave había desbloqueado algo dentro de ella misma, algo que le permitía entender las fórmulas secretas y jergas antiguas que afloraban de la brújula y del libro. Ahora descubría algo fascinante: todos los conocimientos del universo se encontraban ahí, en sus manos.
Después de esa travesía, Natalia siguió navegando por los océanos, descubriendo nuevas tierras, agregando nuevas cosas al conocimiento del universo.
A veces, mientras miraba las estrellas en el cielo nocturno, Natalia recordaba a Erin, la pequeña hada que le había dado la oportunidad de cumplir su sueño. También pensaba en la llave y en todos los secretos que todavía quedaban por descubrir.
Con el tiempo, se convirtió en una leyenda, no sólo por sus hazañas, sino por la forma en que siempre estaba dispuesta a ayudar a otros exploradores y aventureros para cumplir sus sueños.
Al final de su vida, Natalia regresó a la isla donde había encontrado el libro y su templo, donde se retiró. Ella sabía que, después de todo, no importaba cuánto uno descubriera, porque siempre habría más secretos y misterios esperando en algún lugar del mundo.