La Leoncita y el Paseo en Barco. Érase una vez una leoncita llamada Luna, que vivía en la selva con su familia. Luna era una joven leona muy curiosa y aventurera, siempre quería explorar nuevos lugares y ver cosas nuevas. Un día, mientras caminaba por la selva, vio un río que nunca había visto antes y sintió una gran curiosidad por saber qué había al otro lado.
Luna fue corriendo a casa y le preguntó a su mamá si podía ir a explorar el río. Su mamá le advirtió que fuera cuidadosa, pero le dio permiso para salir y le recomendó que se fuera en compañía de algún familiar. Luna no tenía hermanos, así que decidió pedirle a su tío Raúl si quería ir con ella. Raúl no estaba muy emocionado por la idea, pero Luna logró convencerlo con su gran entusiasmo.
Al llegar al río se dieron cuenta de que no había nada interesante en el otro lado, así que decidieron regresar. Fue entonces cuando Luna vio a lo lejos un barco que se movía sobre las aguas. Estaba tan emocionada que comenzó a saltar y a gritar diciendo «¡Mira tío, un barco! ¡Por favor, podemos ir a dar un paseo en él!»
Raúl no estaba muy seguro de que fuera una buena idea, pues nunca había estado en un barco antes y no sabía si se marearía. Pero al ver la gran emoción de Luna, decidió que irían juntos en el barco.
Subieron al barco y se encontraron con un simpático capitán llamado Tomás. Tomás les preguntó a dónde querían ir y Luna, que aún seguía emocionada, dijo que no importaba, que simplemente querían dar un paseo por el rio. El capitán sonrió y comenzó a navegar.
El río era hermoso y tranquilo, las aguas eran cristalinas y el sol brillaba sobre ellos. Raúl comenzó a relajarse y a disfrutar del paseo. De repente, plantas verdes y hojas enormes comenzaron a rodear el barco. Luna estaba pidiendo a gritos que el barco siguiera navegando mientras agarraba con miedo el brazo de su tío Raúl. Pero el capitán Tomás sabía exactamente lo que estaba haciendo. Había encontrado la mejor vista de la selva desde el barco, saltando las ramas de los árboles y la fauna de la selva, e incluso un salto de agua que hacía mucho ruido.
Luna y Raúl se asombraron al ver de cerca lo imponente que era la selva de un rio. Tuvieron la fortuna de ver muchos animales que habitaban la selva, y aunque algunos parecían intimidantes, Tomás se aseguró de que estuvieran a salvo en todo momento.
Finalmente, el paseo en barco llegó a su fin y Luna y Raúl estaban muy agradecidos con el capitán Tomás por llevarlos de paseo en su barco. Agradecieron al capitán y le dijeron adiós mientras bajaban del barco y regresaban a casa.
Luna volvió a la selva con muchas historias que contar. Les contó emocionada a sus amigos y familia toda la aventura en el barco y lo que habían visto desde allí. Todos estaban muy emocionados y también deseaban hacer un paseo en barco.
Desde ese día, Luna y Raúl aprendieron que a veces las mejores aventuras surgen de la curiosidad, y que algunos riesgos valen la pena tomarse para experimentar nuevas cosas y hacer nuevos amigos, como el amable capitán Tomás.