La Leoncita y el Paseo en Globo. Érase una vez, en la sabana africana, una pequeña leoncita llamada Lila que vivía con su familia en una gran manada. A pesar de ser bastante curiosa y aventurera, Lila siempre obedecía las normas para no meterse en problemas.
Un día, Lila vio a un grupo de animales en la distancia, que parecían estar montando algo en el cielo. Al acercarse, descubrió que eran unos seres humanos que preparaban un globo aerostático. Lila nunca había visto algo así, así que se acercó sigilosamente para observar.
Los seres humanos, al notar la presencia de Lila, se asustaron y se alejaron enseguida. Lila, en lugar de huir, sintió una gran curiosidad por aquel objeto extraño que flotaba en el aire, así que decidió investigar por su cuenta.
Tras un ratito de observar el globo por su cuenta, Lila se subió a una de las cuerdas que sostenía el globo e, inadvertidamente, hizo que se elevara. Lila, asustada pero emocionada, no sabía cómo volver al suelo y el globo seguía elevándose cada vez más altamente. Por suerte, una pareja de ancianos que viajaba en el globo, se dio cuenta de que la leoncita estaba en problemas y supieron ayudarla.
Los ancianos, llamados Tomás y Martina, estaban disfrutando de un paseo romántico en su globo cuando se percataron de la presencia de la pequeña Lila en una de sus cuerdas. Tomás y Martina tuvieron miedo al principio, pero luego se dieron cuenta de que la leoncita parecía estar en apuros, así que decidieron ayudarla.
– ¡Lydia, … llama a la leoncita y haz que se aleje! – les dijo Tomás a su esposa mientras trataba de sostener la cuerda donde Lila estaba colgada.
Así hicieron, Lydia comenzó a silbar y a imitar sonidos de animales, mientras que Tomás intentaba deshacer la soga. Finalmente, lo lograron, y Lila cayó al interior de la cesta del globo, segura pero asustada.
Tomás y Martina se sorprendieron al ver a la leoncita tan cerca de ellos, pero Lila, al entender que ellos no la lastimarían, decidió entablar conversación. Los ancianos entendían el idioma de los animales, algo que no muchos humanos podían hacer, y esto les permitió comunicarse con Lila.
– ¿Cómo es que acabaste aquí? – preguntó Martina.
-Los vi preparando el globo, y estaba muy intrigada. Lo siguiente que supe es que estaba suspendida en el aire -explicó Lila.
-Ten muchísimo cuidado, Lila- le regañó Tomás-, los humanos no se llevan muy bien con los animales salvajes.
-Lo sé, lo siento mucho -respondió Lila, arrepentida.
Los ancianos no dejaron que la pequeña leoncita se sintiera triste, al contrario, la invitaron a un paseo en el globo y le enseñaron hermosos paisajes que Lila nunca había visto antes en su vida.
Lila, en el globo, se sintió emocionada, cuando el paisaje fue cambiando cada vez más hermoso a medida que volaban. Tomás y Martina estaban tan felices de tener a Lila con ellos y mostrárselo todo, y ella, para su sorpresa, se estaba divirtiendo. Entonces, los ancianos se ofrecieron a llevar a Lila de regreso a su manada, con el propósito de asegurarse de que la leoncita llegara sana y salva.
Por fin, después de un rato, llegaron hasta la sabana. Al pie del globo, los miembros de la manada de Lila se habían reunido, esperándola allí. Lila se sintió muy feliz de volver a ver a los suyos, pero también triste de despedirse de los ancianos que habían sido tan amables con ella.
– Ha sido un privilegio haber volado contigo hoy, Lila -dijo Tomás.
-Muchas gracias por todo, Tomás y Martina. Ha sido el mejor día de mi vida -dijo Lila, agradecida.
Lila, emocionada, corrió hacia su familia para abrazarlos con toda su fuerza, y junto a ellos, comenzó a aspirar una vida más llena de aventuras y descubrimientos. Agradeció también el hecho de haber conocido a una de las personas más amables y compasivas del planeta: Tomás y Martina.
Y así, en una magnífica y bella aventura, la leoncita descubrió la maravillosa experiencia que puede ofrecer el mundo y aprendió a nunca perder el entusiasmo y la curiosidad que siempre la habían caracterizado.