La Leoncita y la Aventura en el Río. Érase una vez, en la selva africana, una pequeña leoncita llamada Lila, quien siempre había vivido entre la seguridad y comodidad de su hogar. Pero un día, se despertó con una gran curiosidad de explorar el mundo fuera de la cueva donde vivía junto a su familia.
Con sus ojos brillantes, Lila se acercó a su mamá para pedirle permiso para salir a aventurarse en la selva. «Mamá, quiero saber qué hay más allá de la cueva, quiero ver lo que hay en el río», preguntó la pequeña leoncita.
Su madre, quien sabía que era importante dejar que Lila experimentara el mundo, aceptó su petición y le permitió a su hija explorar la selva.
Lila salió de la cueva, sintiendo su corazón latir con entusiasmo, mientras inhalaba emocionada el aire fresco de la selva. También se sintió nerviosa ante las posibilidades de encontrarse con algún peligro.
De repente, se encontró con una gran cascada y un río largo y extenso. Lila no podía esperar a conocer todo lo que había ahí dentro.
Entonces, decidió bajar hacia el río, pero en su camino, se encontró con otros animales de la selva, como serpientes, lagartos, ranas y aves. Lila se alegró al conocerlos y decidió preguntarles si podían ayudarla a explorar el río.
La pequeña leoncita habló con una hermosa mariposa que revoloteaba por la selva y le preguntó si sabía más sobre el río. La mariposa sabía bastante y le dijo que habían algunos meandros que eran propicios para seguir sin peligro el río, pues hay corrientes peligrosas que podrían arrastrarlos y hacerlos peligrar.
Con su plan hecho, Lila siguió la instrucción de la mariposa y llegó a un recodo del río. Allí, encontró un pastizal alto y verde que se extendía a lo largo del río. Lila recorrió el pastizal para ver qué más podía descubrir y tuvo la idea de subir a un árbol cercano para tener una vista más amplia.
Al alcanzar la cima del árbol, Lila se dio cuenta de que había una gran cantidad de diferentes animales en el río. Vio hipopótamos, cocodrilos, ranas, camarones, y muchos otros animales en el agua. Lila se maravilló con cada uno de ellos e incluso tomó algunas fotos para mostrarlas a su madre.
Cuando Lila se bajó del árbol, escuchó un sonido familiar, era el rugido de su estómago porque no había comido desde temprano. Lila sabía que tenía que buscar algo de comer antes de regresar a la cueva.
Fue entonces cuando vio un árbol cercano que tenía unos deliciosos mangos maduros. Lila se arriesgó e intentó trepar el árbol, pero resultó más difícil de lo que parecía. Despertando su instinto animal, se convirtió en una experta trepadora. Con éxito, llegó a la cima del árbol y disfrutó de un delicioso mango fresco como su recompensa.
Una vez que Lila se llenó el estómago, supo que era hora de regresar a su cueva. Pero se dio cuenta de que no recordaba cómo volver. Lila estaba asustada. ¿Cómo podría regresar a casa?
Entonces, recordó a sus amigos de la selva y tomó la decisión de preguntarles por orientación. Cuando Lila volvió al pastizal cerca del río, encontró a la mariposa en el mismo lugar que la había encontrado antes. Lila le pidió ayuda una vez más, y la mariposa, con una sonrisa en su rostro, la guió de vuelta a su hogar.
Finalmente, Lila llegó a la cueva y fue recibida con los brazos abiertos por su madre y su familia. Les contó todo lo que había visto, los amigos que había hecho y las aventuras que había tenido.
El apetito de Lila por la aventura en la selva había sido satisfecho, pero sabía que tendría muchas otras aventuras en el futuro, y estaba emocionada por lo que podría suceder y cómo podría seguir explorando y aprendiendo todo lo que la selva tenía para ofrecer.
Desde entonces, Lila visitaría el río con frecuencia, siempre recordando a aquellos que conoció en su camino y siempre aprendiendo más sobre el mundo que la rodeaba. Para Lila, la vida era una aventura, y ella estaba más que lista para sumirse en ella.