La Leoncita y la Gran Carrera. Érase una vez en la selva africana, una leoncita llamada Luna. Luna era muy rápida y habilidosa para correr, pero siempre se sentía un poco avergonzada de su pequeño tamaño. Ella quería ser tan grande y fuerte como sus hermanos leones y leonas de la manada.
Un día, cuando estaba corriendo por la sabana, escuchó sobre una gran carrera que se llevaría a cabo en el bosque cercano. La carrera sería organizada por el rey de la selva y todos los animales estaban invitados a participar. La noticia entusiasmó mucho a Luna, ella siempre había querido demostrar lo rápida que podía ser, y esta era la oportunidad perfecta.
Ese mismo día, Luna fue a contarle a su hermano mayor, Simba, que ella quería participar en la carrera. Simba la miró con una sonrisa y le dijo que no había problema, pero que debía entrenar muy duro para poder ganar la carrera.
Así que Luna comenzó a entrenar todos los días, corriendo por la sabana y practicando saltos y giros. También había aprendido un truco nuevo, una carrera en zigzag que hacía que fuera difícil para sus perseguidores alcanzarla. Luna estaba listo para la gran carrera.
El día de la carrera, Luna estaba muy emocionada. Todos los animales se reunieron en el bosque, incluyendo elefantes, jirafas, cebras y rinocerontes. Había incluso una familia de monos que se divirtieron mirando la carrera desde lo alto de los árboles.
Finalmente, sonó la señal de inicio, y los animales comenzaron a correr. Luna se colocó en la línea de partida con otros leones y leonas, incluyendo a Simba, que también estaba participando en la carrera. Ella podía sentir la emoción y la adrenalina correr por su cuerpo.
Luna tomó una gran bocanada de aire, y en cuanto sonó la señal de inicio, ella salió disparada hacia adelante. Enseguida notó que otros leones estaban a su lado, pero ella se concentró en su técnica, pausaba y cambiaba de dirección de vez en cuando, haciéndoles difícil a los otros adivinar en dónde estaba ella y se mantenía por delante del grupo.
Poco a poco, Luna logró dejar atrás a sus competidores, y pronto se encontró liderando la carrera. Su corazón latía con fuerza mientras corría, y podía sentir la satisfacción en su interior. Luna sabía que podía ganar, y no iba a dejar de correr hasta que cruzara la línea de meta.
La leoncita estiró su cuerpo y aceleró aún más, pasando la línea de meta en primer lugar. Todos sus amigos y vecinos animales la felicitaron con grandes aplausos. Simba estaba muy orgulloso de su hermana menor, y la felicitó por su gran actuación en la carrera.
Finalmente, el rey de la selva se acercó a Luna y la felicitó por su gran victoria. «Luna, has demostrado que la velocidad y la técnica valen la pena en una carrera», dijo el rey de la selva. «Eres una leona muy especial, y estoy seguro de que lograrás cosas aún más grandes en el futuro.»
Luna sonrió de oreja a oreja, estaba tan feliz de haber ganado la gran carrera. A partir de ese día, ganó una nueva confianza y seguridad en sí misma. Supo que su pequeño tamaño no la detenía de nada. Y la leoncita siguió entrenándose día a día, esperando nuevas carreras y competencias futuras, pero sobre todo demostrándose a sí misma que podía alcanzar sus sueños a pesar de las dificultades.
Desde ese día, Luna se convirtió en un ejemplo para muchos otros animales. Y a todos los leones y leonas jóvenes de su manada, les colocó todavía la persona más fuerte y rápida de todos.