La noche de los monstruos de los pantanos de Halloween. Érase una vez en una noche de Halloween, una pandilla de amigos decidió aventurarse en un pantano misterioso. Sabían que este lugar era muy peligroso, pero la emoción de encontrar una criatura terrorífica los hacía avanzar sin miedo.
Jake, el líder del grupo, llevaba una linterna en la mano para iluminar el camino y así evitar los charcos profundos del pantano. Sus amigos lo seguían de cerca, saltando y corriendo detrás de él. De repente, sintieron un sonido extraño en la distancia, como si algo estuviera arrastrando sus pies en el agua.
— ¿Qué fue eso? — preguntó Alicia, la más valiente de la pandilla.
— Probablemente sea un monstruo de los pantanos — dijo Jake, tratando de sonar valiente.
Los chicos continuaron caminando. A medida que avanzaban, el sonido de arrastrar pies se hacía cada vez más fuerte y constante. De repente, Jake estuvo a punto de caer en un charco profundo, pero lo agarró su amigo Daniel a tiempo.
—Muchas gracias, amigos, esto es muy peligroso— dijo Jake, mientras inesperadamente uno de sus amigos cayó en el charco más profundo, lo que perdió su móvil y gritó con fuerza.
—Chicos, ¡tenemos que salir de aquí! —gritó Jake, y comenzó a correr.
De repente, los chicos se encontraron con una casa abandonada. La casa era enorme y se encontraba en medio del pantano. Las ventanas estaban rotas y el techo parecía estar a punto de derrumbarse.
— ¿Qué hacemos ahora? — preguntó Alicia, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Es mejor esconderse aquí dentro —dijo Jake, aunque no estaba seguro de si era una buena idea.
Los chicos avanzaron hacia la casa, y Jake intentó abrir la puerta. Estaba cerrada con llave, pero Jake consiguió abrirla con su cuchillo multiusos. Una vez dentro, los chicos buscaron la habitación más segura para pasar la noche.
Al poco tiempo de haber encendido una hoguera en la chimenea, comenzaron a escucharse ruidos escalofriantes.
—¿Qué fue eso? —preguntó Daniel, asustado.
—No lo sé, pero necesitamos estar alerta —respondió Jake—. ¡Hay algo ahí fuera!
Los amigos se miraron entre sí, asustados. Por un momento, el silencio reinó en la habitación. Pero entonces, entre los arbustos, apareció una sombra gigante que se acercaba a la casa, acompañada de otros gruñidos tenebrosos.
—¡Es un monstruo de los pantanos! —exclamó Alicia mientras entraba en pánico.
La sombra se acercó cada vez más a la casa, pero de repente se detuvo. Los chicos escucharon una voz suave desde fuera de la estructura:
—¡Hey chicos! ¿Me dejan entrar?
Jake abrió la puerta para encontrar a un monstruo verde de ojos rojos que parecía tímido y solitario.
—Bueno, ¿podrían dejarme pasar? Estoy pasando una noche muy solitaria— dijo el amistoso monstruo mientras sonreía.
Los chicos se asombraron y le preguntaron su nombre, a lo que el monstruo respondió:
—Me llamo Gizmo, y he estado buscando amigos por estas tierras. No soy un monstruo malo, como piensan la mayoría de las criaturas de este pantano.
—Bueno, nosotros también estamos buscando amistad en este Halloween— dijo Jake—. ¿Quieres quedarte con nosotros por la noche?
Gizmo aceptó encantado de unirse al grupo, y los chicos pasaron una noche divertida y emocionante, intercambiando historias y jugando juegos de mesa.
Al día siguiente, Gizmo se despidió de sus nuevos amigos y les dijo que estaba agradecido de haberlos conocido. Los chicos regresaron a casa con una historia emocionante para contar.
Desde ese día, Jake, Alicia, Daniel y sus amigos se convirtieron en los mejores amigos de Gizmo. Y aunque todavía le tenían miedo al pantano, ya no sentían miedo de las criaturas que allí habita, ahora sabían que también podían ser sus amigos.
De repente, un grito se escuchó detrás de ellos, y se dieron cuenta de que estaban completamente sumergidos en la historia, por lo que decidieron que habían tenido suficiente con los cuentos de fantasía y regresaron a casa, donde aún quedaba un poco de tiempo para disfrutar de la fiesta de Halloween.
Los chicos regresaron a casa, felices de haber vivido una noche emocionante en uno de los lugares más espeluznantes. Sabían que, una vez más, sus aventuras habían dejado una gran huella en sus corazones y en sus inestimables amistades.