La Perrita del Palacio Encantado. Érase una vez en un palacio encantado, una hermosa perrita que se había perdido en los jardines del castillo y no podía encontrar el camino de regreso a su hogar. La perrita estaba muy asustada y temblaba de miedo, no sabía cómo salir del laberinto de flores y arbustos que la rodeaba.
De repente, la perrita sintió una suave brisa que soplaba en su dirección y que la llevó a un hermoso prado repleto de margaritas y girasoles. Allí se encontró con una mariposa muy colorida que volaba de flor en flor recogiendo polen.
– ¿Puedes ayudarme por favor? Me he perdido y no sé cómo regresar al palacio – le preguntó la perrita a la mariposa.
– Claro que sí, no te preocupes. Yo conozco muy bien este lugar, acompáñame – dijo la mariposa.
La perrita siguió a la mariposa mientras esta le explicaba cómo salir del jardín. Finalmente, después de un rato caminando, llegaron a una puerta que daba al interior del palacio. La perrita estaba muy agradecida con la mariposa y le prometió que algún día volvería a visitarla.
Al entrar al palacio, la perrita fue recibida con mucho cariño por la reina, que había estado muy preocupada por ella. La perrita se sintió muy querida y protegida, y le prometió a la reina que siempre estaría a su lado para protegerla.
Desde aquel día, la perrita vivió en el palacio como un miembro más de la familia real. Se convirtió en la mejor amiga de la princesa y en la compañía inseparable de la reina. Juntas, paseaban por los jardines y recorrían las plazas de la ciudad, regalando sonrisas y cariño a todos los que se cruzaban en su camino.
Un día, la reina tuvo que salir de viaje por un tiempo y dejó el palacio al cuidado de la perrita. La perrita se sintió muy feliz de tener tanta responsabilidad, pero también un poco asustada de no saber si estaría a la altura de las exigencias de la reina.
Pero la perrita no tenía de qué preocuparse. Durante su estancia en el palacio, había aprendido muchas cosas sobre cómo comportarse en sociedad y cómo tratar a las personas de manera amable y respetuosa. La perrita se dedicó con todo su corazón a hacer sentir a todos los visitantes como en casa y a mantener el palacio en perfecto orden.
Los días transcurrieron sin ningún problema, pero un día llegó al palacio una gatita muy desorientada que también se había perdido en el laberinto de los jardines. La perrita se acercó a ella con mucho cariño y le ofreció su ayuda para salir del jardín. La gatita aceptó la invitación y juntas encontraron el camino de regreso al palacio.
La perrita y la gatita se hicieron grandes amigas y la gatita decidió quedarse a vivir en el palacio del encantado. A partir de entonces, la perrita y la gatita se encargaron de patrullar juntas los jardines y los campos que rodeaban el palacio, protegiendo a todos los habitantes del lugar de los peligros que pudieran acecharles.
Así transcurrió el tiempo, la perrita y la gatita se convirtieron en los guardianes del palacio encantado y juntas formaron una gran familia junto a la reina, la princesa y todos los demás habitantes del palacio. Todos los que las conocían las querían y las respetaban, porque eran una muestra viva de que el amor y la amistad pueden vencer cualquier obstáculo.
Y así termina esta historia, la historia de la Perrita del Palacio Encantado, una historia llena de amistad, de coraje y de valores que nos enseñan que, aunque a veces nos perdamos en la vida, siempre habrá alguien dispuesto a darnos la mano y ayudarnos a encontrar el camino de regreso a casa.